En las playas de Santa Marta 40 desmovilizados de las Auc trabajan como salvavidas. Foto: Andrea Moreno / Cambio
SOGAMOSO, BOYACÁ, 13 de diciembre de 2007. Víctima y victimario se encontraron frente a frente. La víctima, una mujer de más o menos 60 años, apretó los dientes, contuvo el llanto y luego con rabia reclamó justicia por su hija desaparecida. El victimario, un joven de 33 años, desmovilizado del Bloque Norte de las Auc, agachó la cabeza, pidió perdón e intentó convencerla de que, como él, muchos compañeros solo recibían órdenes y no sabían qué hacían. Pidió una segunda oportunidad.
Afuera se oían gritos: "¡Asesinos!, ¡asesinos!". Mientras tanto, hombre y mujer guardaban silencio. De pronto ella decidió hablar, miró al joven y le dijo: "Mijo, ya no me van a resucitar la muchacha, pídales a sus jefes que me digan dónde está. Y usted pórtese bien y reconcíliese con Dios porque yo no lo voy a juzgar, el odio no es buen consejero". Los ojos del muchacho se llenaron de lágrimas.
La escena se dio durante una ceremonia para fundir armas. El desmovilizado, Arturo Barandita, no puede olvidarla y cuenta que no supo qué responderle a la mujer porque los responsables eran unos compañeros que no volvió a ver. "Esa señora es mi ídolo, el daño que se hizo es muy grande -reconoce el joven-. Uno incluso espera que le peguen en la cara".
Desde entonces empezó a acercarse a otras víctimas pero sintió un rechazo inmediato. "Tenían la razón, estaban heridas pero yo tragaba entero -afirma-. Les dije que tratáramos de buscar la paz y de reconciliarnos pero ellas me reclamaban porque no podían recuperar a sus hijos".
Barandita, uno de los 31.671 desmovilizados de las Auc, quiere cambiar y rehacer su vida, pero reconoce que es difícil porque lo que hicieron es muy grave. "Que nos perdonen no es fácil por más corazón que tengan -sostiene-. Pero si perdonan y nos dejan demostrar que tenemos la voluntad de cambiar, van a realizar un acto de amor. De lo contrario, va a haber otra generación de odio y en este país siempre estaremos tristes".
Antes de ingresar a las Auc, tocaba el alegre y el clarinete, y de vez en cuando el saxofón, en un grupo folclórico en Barranquilla. Duró cuatro años con los 'paramilitares' y hoy, ya desmovilizado, cursa segundo semestre de Música en la Universidad Reformada de Colombia, becado por el Ministerio de Cultura. Con la música espera multiplicar el perdón: ha enseñado a 100 niños a tocar el tambor alegre. "Empecé con los niños del barrio y les estoy enseñando el folclor costeño -explica-. Lloro cuando caigo en la cuenta de lo difícil que fue ese mundo de paranoia y de lo que me estaba perdiendo por cobarde".
En la universidad está aprendiendo de los grandes maestros de la música clásica, del Romanticismo y del siglo XX. Hace un mes empezó a enseñar percusión a un grupo de niños especiales de los barrios populares de Barranquilla, y sueña con montar una orquesta infantil en la que se mezclen lo folclórico y lo clásico. "Tengo un nudo en el pecho que tengo que sacarlo todos los días con la música -dice-. Si hay algo que produce paz es esto. Si la gente escuchara más música y viviera más el arte no tendríamos esta guerra". Luego, toma el clarinete e interpreta un tema de Richard Wagner. Al terminar dice: "Es lo que quiero transmitir con esta melodía a todos los que les hice daño".
En los programas de la Alta Consejería para la Reinserción participan desmovilizados de las Auc como Brandita, y también ex guerrilleros de las Farc y el Eln. "Transformar a las personas toma tiempo pero es posible -asegura Frank Pearl, alto consejero para la Reintegración-. Involucra y compromete a la comunidad y a los ciudadanos como parte de la solución, pues un proceso de paz solo se consolida si los violentos se vinculan a la vida civil, amparados por la tolerancia, y en condiciones económicas y de seguridad social que los disuada de regresar a las armas".
CAMBIO conoció proyectos productivos a los que están vinculados desmovilizados y víctimas de las Auc y de las Farc.
SALVAVIDAS
En enero, en la playa de El Rodadero en Santa Marta, una joven de 16 años fue arrastrada por la corriente y de no ser por Félix Santris se habría ahogado. Lo que ella no sabía era que Santris, de 33 años, había militado durante casi 10 años en las Auc y que era la primera vez que salvaba una vida. "La guerra me entrenó para disparar el fusil y ahora como desmovilizado tengo la oportunidad de hacer lo contrario y velar para que nadie se ahogue en la playa", le dijo a CAMBIO.
Padre de seis hijos, cada uno de madres distintas, no puede sacarse de la cabeza los gritos que oyó el día en que mataron a 10 compañeros y los de otros tantos que fueron asesinados por 'paramilitares'. Hoy en cuarto de primaria, quiere seguir salvando vidas como la de esos otros dos niños que en febrero jugaban cerca de la boya. "El agua se los llevaba, se estaban ahogando -cuenta-. Lancé una cuerda, mi compañero se reventó la pierna tratando de ayudarlo".
Con su pantaloneta y torpedo rojos, cuenta que algunos le dicen que parece uno de esos guardianes de la bahía de la televisión. "De esto sí me siento orgulloso -afirma con una sonrisa-. Diez años en la guerra tan perdidos, se los debo al Ejército por echarme y a no sobrevivir como pescador". Sueña tener un barco.
John Edward Hernández, de 32 años, perteneció primero al bloque Héroes del Guaviare y luego al Centauros, en el que llegó a ser comandante de cuadra. Ahora salva vidas, como la de un muchacho que se metió borracho al mar. "Cuando llegó a la boya se le encalambró el pie". Se siente orgulloso de su nueva actividad. "Comparas esto con la guerra y se te remueve todo por dentro -asegura-. Con mi desmovilización gané libertad, a mi familia". Pide perdón por haber asesinado a personas que ni siquiera conocía. "Uno no alcanza a medir lo que hay en una muerte, ¡jueputa fue mucho daño!". Concluye diciendo que ojalá el país se dé cuenta de que "no somos personas malas sino personas buenas con malas experiencias". Su meta es validar el bachillerato, estudiar Ingeniería de Sistemas y dominar otro idioma.
PLANTA DE ABONO
Xiomara Zapatero, de 39 años y madre soltera de tres hijos, fue enfermera de las Auc porque no encontraba un trabajo que le garantizara 800.000 pesos mensuales. "Estuve cuatro años y creo que atendí a más de 3.000 heridos y enfermos". Recuerda que vio morir a jóvenes combatientes y que debió auxiliar a cientos que padecían enfermedades tropicales, deshidratación o que necesitaban con urgencia un odontólogo. "Allá lo que había era dolor y en el fondo me sentía cumpliendo un trabajo humanitario -afirma-. Pero también vi tanto odio y tanta muerte injustificada, que no habrá cómo reparar...".
Desde febrero trabaja en una planta de producción de abono orgánico a base de lombrices, en Santa Marta, la primera de 10 empresas que emplearán a 300 desmovilizados, gracias a un convenio entre Procesos Bio-Orgánicos de Colombia, la Alta Consejería para la Reintegración y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID. Y aunque su ambición es ser enfermera, mientras tanto aprende sobre lombrices. "Tienen cinco corazones y seis pares de riñones -explica-. Este es mi trampolín para ser enfermera en una clínica".
Pero trabajar en la planta es para otros, como Jorge Romero, indígena wayúu desmovilizado del bloque Norte, lo mejor en mucho tiempo. "El contacto con la tierra es muy importante para nosotros -afirma-. Pero sé que debo crecer y por eso después me le voy a medir a la computación". Por ahora valida el bachillerato.
La planta producirá al mes 40 toneladas de humus sólido y 3.000 litros de humus líquido para abono y pronto abrirán plantas en Medellín y Valledupar. "Estamos dándoles una oportunidad para que puedan sostener a sus familias", asegura Andrés González, director del proyecto.
GUÍAS DE ZOOLÓGICO
"Señoras y señores, al frente tienen un manatí, una vaca marina con aspecto de foca, de movimientos lentos, color gris pardusco, piel gruesa y casi sin pelo, que vive en aguas poco profundas. Suele tener entre tres y cuatro metros de longitud y pesa entre 400 y 600 kilos..." explica Melquis Martínez, desmovilizado del Bloque Tayrona y quien trabaja en el zoológico de Barranquilla, donde 10 reinsertados como él se desempeñan como guardias los fines de semana y sirven de guías a más de 3.000 visitantes.
Empezaron cuidando las instalaciones y a los animales, pero investigaban por su cuenta y fue tanto el interés quien mostraron, que les asignaron más responsabilidades. "La Policía nos supervisa el trabajo -dice Martínez, que también es guía en el Museo Romántico-. Este trabajo es motivador porque uno no siente que la gente lo rechaza, aunque uno es sensato y sabe que muchos están prevenidos".
Terminó electricidad automotriz, se gradúa el año entrante de técnico en mantenimiento en refrigeración y quiere aprender más como guía turístico. "Con tanto estudio, la meta es no volver a la guerra -advierte-. El que se devuelve es porque no tiene ni memoria, ni mente, ni nada".
Lo mismo piensa Luz Dary, de 32 años, madre de tres hijos y quien guía a un grupo de niños por el sector de las aves. "Esto me alegra, uno puede ver la vida distinta -asegura-. Llegué a un punto en que pensé que no había más opción y ahora espero que la gente que sufrió tanto por culpa nuestra sea bendecida". Estudia Derecho en la Universidad Simón Bolívar y quiere aprender sobre Derechos Humanos y DIH. "El país necesita verdad y es bueno que todos asuman la responsabilidad que les corresponde -sostiene-. Se hicieron cosas contra el pueblo, se incluyó a la población civil en el conflicto y esto se les salió de las manos".
PROYECTO BANAPALMA
En las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta está Marquetalia, que fue fortín del bloque Tayrona de las Auc, al mando de Hernán Giraldo. Se apoderó de fincas y obligó a los campesinos a dejar la agricultura para sembrar coca.
Hoy, 11 desmovilizados vinculados al proyecto Banapalma, comparten labores con campesinos en una finca bananera de 60 hectáreas que produce al año 3.000 cajas por hectárea. "Trabajar a lo legal es duro pero es mil veces mejor aunque no se ve tanto billete", sostiene Luis Arias, desmovilizado que ingresó a ese grupo porque no conseguía empleo.
Patrulló y combatió en una de las zonas más difíciles y cuando se dio cuenta del horror, ya no había marcha atrás. "Me atormentaba estar peleando hermano con hermano y me preguntaba si estaba loco -asegura-. En la guerra y el combate no se tiene en cuenta quién es el muerto, uno recibe la orden y listo".
Quiere terminar bachillerato y sueña con ser ingeniero agrónomo para mantener a su esposa y a su madre. "La peor condena es la propia conciencia -sentencia-. Pido perdón a Dios y a las familias de las víctimas porque el daño es irreparable. Quiero ser una mejor persona".
Aún son pocos los proyectos productivos en los que trabajan juntos víctimas y victimarios, pero a partir del próximo semestre comenzará uno en San Martín, Meta, en un predio de 2.400 hectáreas, donde trabajarán 183 familias de desmovilizados, 92 de desplazados y 92 campesinos. "Es una nueva etapa en la que será más común verlos de la mano", dice María Isabel Agudelo, de la Alta Consejería para la Reintegración.
TALLER ESCUELA DE CALZADO
Kelly fue reclutada a la fuerza por las Farc en 1997 cuando tenía 15 años. "Duré cinco años como esclava -dice-. Me tocaba cocinar, atenderlos y someterme a las normas revolucionarias". En 2002 desertó y hoy avanza en su proceso de resocialización trabajando en la empresa de calzado.
Bajo su supervisión está Xiomara, desplazada de Cajibío en 2005 por los hombres de 'Tirofijo'. "Llegaron disparando y dijeron que al que se quedara lo mataban -cuenta-. Corrí tanto con mi familia que llegué a Bogotá y desde entonces buscamos dónde vivir".
Las dos han aprendido a convivir porque quieren salir adelante. "No es tan fácil como parece, pero se puede lograr -advierte Xiomara-. Un día me levanté decidida a avanzar y eso es lo que estoy haciendo". Habla mientras Kelly le revisa el trabajo: "Este país está como está porque la gente vive con resentimiento, pero yo no estoy para juzgarla a ella y en mi corazón no hay rencor".
Lorena Valdez, desplazada de Tambo, Cauca, también tiene una historia que la dejó marcada, quiere ser reparada y está dispuesta a perdonar. "Las Farc mataron a mi papá el 9 de febrero de 2003 frente a toda la familia -relata-. Pero no soluciono nada con venganza".
En la empresa de calzado trabajan dos desmovilizadas de las Farc y las Auc, y 80 mujeres desplazadas. En pocas semanas se les sumarán 50 desmovilizados de las Auc. Quienes hoy trabajan allí coinciden en que ese taller es la posibilidad de un trabajo estable en el futuro. Allí se producen al día mil pares de zapatos, y víctimas y victimarios devengan un salario. La meta es que las empresas de la región los vinculen luego de tiempo completo. "Falta educar a la gente para recibir a estas personas, la clave es tratarlos como a cualquier ciudadano -asegura Rómulo Marín, propietario de Calzado Rómulo, empresario que se le midió a contratar a los resocializados y a las víctimas que se capacitan en el Taller Escuela-. Nos ofrecen mano de obra calificada y estamos sirviéndole al país".
16.021 DESMOVILIZADOS atendidos por el Gobierno están en primaria, 15.135 en secundaria y 2.048 en carreras técnicas, tecnológicas y universitarias.
Revista Cambio, Colombia
http://www.cambio.com.co/paiscambio/769/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR_CAMBIO-4034981.html
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