Jamás habrá imaginado Raúl Reyes que su testamento, lejos de reivindicar a las FARC y servir a la causa bolivariana serviría de testimonio para hundirlas irremediablemente. Llevándose por los cachos no sólo a las narcoguerrillas – la única obra de su vida – sino a los presidentes de Venezuela y Ecuador y arrastrando con ellos al golpismo insurreccional de la izquierda latinoamericana.
De haber tenido la cabeza de Raúl Reyes y de su asesor ecuatoriano como únicos trofeos de tan trascendental victoria estratégica, el presidente Álvaro Uribe pudo haberse dado por perfectamente satisfecho. Descabezar a las FARC, vista la práctica inexistencia del vetusto comandante Tiro Fijo, implicaba asestarle un golpe posiblemente mortal y resolver de paso el más grave de los problemas que enfrenta actualmente el gobierno y la sociedad colombianas: la narcoguerrillas, con sus secuelas siniestras. Pero el plus adicional de haber capturado intactos sus archivos permite el desideratum: no sólo haber ultimado al enemigo público número 1 de los colombianos, sino haberlo convertido en testigo privilegiado y delator al más alto nivel de los más íntimos y mejor guardados secretos de las FARC.
Comparado con los Vladivideos, que acarrearan la muerte política y la cárcel a perpetuidad para los otrora omnipotentes Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, las computadoras portátiles de Raúl Reyes adquieren una importancia más allá de toda consideración y medida. Se traducirán, sin duda ninguna, en la bomba de tiempo que terminará por explotarle en las entrañas a Hugo Chávez, a Rafael Correa, a sus más comprometidos aliados y a sus regímenes completos. De las confesiones inesperadas de Raúl Reyes no saldrá indemne ninguno de los allí mencionados: sean ciudadanos de primera magnitud, como los presidentes de las repúblicas en cuestión, o sean de segunda, como sus ministros, generales, testaferros, parlamentarios y funcionarios.
Es cuestión de tiempo. Pero ni siquiera de largo o mediano plazo. Es una cuestión inminente, que afecta a la seguridad de Estado de toda la región, a los Estados Unidos y al Occidente. Si hasta ahora no se avanzaba más allá de las generalidades y se tocaban aspectos globales que involucran a Hugo Chávez y a Rafael Correa en una estrategia subversiva y anti democrática para la región, ahora Raúl Reyes comienza a cantar en tono mayor. Y no precisamente la Cumparsita. Si a algún clásico tango de los interpretados por Gardel le corresponde el privilegio de explicarlo en detalles, es al afamado ADIOS MUCHACHOS, de Sanders y Vedani.
¿Cómo responderá el ministro de defensa venezolano a los señalamientos de Iván Márquez, quien en carta dirigida al secretariado de las FARC en enero de 2007 precisa al general Clíver Alcalá Cordones y a un tal Carvajal, presunto agente de máximo nivel de las fuerzas de seguridad venezolanas, de ser no sólo el nexo fundamental de las FARC con la Fuerza Armada Nacional, sino de poner al servicio del alto mando de las narcoguerrillas el puerto de Maracaibo para la segura recepción de cargas confidenciales con armas y bazookas, de fusiles y municiones provistas por la Fuerza Armada Nacional venezolana y compradas con el dinero de nuestras exportaciones?
Ya conocíamos a Alcalá Cordones, cuyas únicas misiones de combate fueron la toma de la Carlota durante el golpe de 1992 y el asalto al cuartel de la Policía Metropolitana, de tan triste y siniestra recordación. De Carvajal pronto lo sabremos todo. Huele a podrido en Dinamarca. Es la pestilencia que despide el cadáver de Raúl Reyes, que libra su última batalla después de muerto. Para su inmensa desgracia. No se salvará nadie.
RAÚL REYES: EL TESTIGO DEL MÁS ALLÁ
Por Pedro Lastra
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