miércoles, 2 de abril de 2008

Reclinatorio portátil


Ir a Canossa es una muy vieja expresión que recuerda la peregrinación del emperador germano Enrique IV al castillo de aquel nombre, para implorar, del papa Gregorio VII, su santa absolución. El Emperador pasó días a la intemperie, vistió sayal de penitente y, finalmente, recibió el perdón que rogaba. Para casos así, está bien ir a Canossa. Para honrar y pedir clemencia de Dios, están buenos los reclinatorios. Pero esta moda de inclinarnos ante los socios de las Farc y de ir todos los días en peregrinación a Canossa, ya está pesada. Los colombianos le suplicamos al Presidente que se mantenga erguido. Esa es la única posición que a su carácter conviene.

En una acción militar, fue dado de baja ‘Raúl Reyes’. Era cosa de reclamarle al Ecuador por permitirle entrada franca y estadía grata a ese criminal y a sus detestables compañeros de empresa, pero preferimos las buenas maneras y, desde el reclinatorio, pedimos perdón. ¡Cómo cobraron bríos los amigos de las Farc! En la OEA nos volvieron ropa de trabajo porque fuimos en el plan de Enrique IV. Y por eso suscribimos una vergonzosa declaración en la que aceptábamos que no se llamaran terroristas a las Farc y no se diera recibo al derecho de legítima defensa que nos asistía. Al contrario, desde el reclinatorio juramos que nunca repetiríamos lo que hicimos.

En la Cumbre de Río nos fue peor. Para los efectos que convienen al perdón, el reclinatorio viajó a República Dominicana, donde todo fue suscribir la más infamante de las declaraciones. Los malos somos nosotros y no los peores terroristas del continente.

Como al que se arrodilla le dan más duro, en la reunión de cancilleres de la OEA nos agarraron a sopapos y terminamos, de rodillas, firmando otra declaración vergonzosa.

Se descubrió luego quién era el bandido cuyo cuerpo había sido trasladado a Colombia. Nada menos que ‘Lucho’, quien se las componía con las Farc desde la época en que ‘Simón Trinidad’ buscaba socorro en Ecuador. Quién dijo miedo. Y a soportar la avalancha, que para eso son buenos los reclinatorios. Alguien nos hizo el favor de pasarnos los videos que demuestran quién era el finado y que recogen las prácticas de tiro que se celebraban en el campamento lindante con Colombia, y de nada nos sirvieron. Cuando uno está prosternado en tierra nada que le pueda servir se le aparece. Correa nos sigue acusando, injuriando, amenazando y nosotros ahí, en el reclinatorio.

Como si fuera poco, en México se congregaron los papás de los bandidos que se vinieron desde la Unam hasta el Ecuador, para ver cómo ‘Reyes’ secuestraba y mataba soldados, para exigirnos reparación por la pérdida de sus ‘criaturitas’. Y el Canciller, que ya cogió experiencia en lo del reclinatorio, declaró que examinaríamos la manera de indemnizar esas familias. Por fortuna, como el reclinatorio andaba lejos, esta vez no lo usó el Presidente. Y en la primera muestra de lo que él es y del Uribe que los colombianos amamos y respetamos, negó de plano semejante absurdo. Claro que se quedó corto, porque Colombia es la que está en mora de exigir respeto y de pedir que se la indemnice, porque ella es la víctima.

Si las cosas siguen como vienen, tendremos que organizar una marcha piadosa sobre Palacio. Con la única intención de incautarnos un reclinatorio que alguien, en mala hora, instaló en sus salones.

Por Fernando Londoño
El País, Cali, Colombia

http://www.elpais.com.co/HOY/OPN/opi01.html

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