Ojalá ese poderoso empuje juvenil logre asimilar y asumir la profunda crisis moral
Qué somos: estudiantes; y qué queremos: libertad. Dos breves preguntas y un impacto comunicacional impecable. Es el milagro de la publicidad, que le permite a los chamos transmitir un mensaje profundo con tan solo dos frases. A tales fines, ese par de preguntas son más que suficientes. Pero a los fines de desarrollarse como líderes políticos y, más aún, de abordar a fondo la dimensión humana que han asumido como central -¡la ética!- tal vez les convenga hacerse algunas preguntas adicionales tales como: ¿En qué época del largo y traumático proceso de evolución de lo humano nos ha tocado vivir? ¿Qué peso tiene la moral en la etapa actual de dicho proceso? ¿Cuán sólida es la perspectiva ética, no sólo de los políticos, sino del hombre en general, en esta era que el azar nos ha reservado? ¿Qué futuro tiene la moral precisamente en este momento en el que transitamos por las aulas?
Si se hicieran esas u otras preguntas similares, nuestros chamos -a pesar del empuje y el entusiasmo- tal vez se sentirían frustrados o desilusionados. No es agradable ir descubriendo, a lo largo de 30 o 40 años, los inmensos ¡¡y fallidos!! esfuerzos que la Civilización Occidental ha hecho para desarrollar en el hombre una dimensión moral sólida. Ni es fácil aceptar que todas las ilusiones éticas generadas por Platón, el Bien, Jesucristo y el Amor al Prójimo han naufragado -¡por ahora!- en los millones de muertos de las dos guerras mundiales, el terrorismo, el nazifascismo, el comunismo y, sobre todo, en esa indiferencia cuasicriminal que los seres humanos sentimos ante la tragedia de las cárceles, ante esa dantesca realidad en la que los reclusos se matan entre sí o, peor aún, en la que las autoridades permiten que los reclusos se maten entre sí.
Tragarse vivosPero, más allá del fracaso general de los 2.500 años en los que la Cultura Occidental no ha podido imponer el Bien, la Piedad o el Amor al Prójimo, a nuestros estudiantes no les será fácil asumir la dramática crisis de la Modernidad, la monumental quiebra del Proyecto de Sociedad que Europa postuló en los tres siglos que van del XVI al XVIII. No es fácil tragarse vivos a Nietzsche, Levinas o Dérrida. Ni es nada sencillo -¡¡y menos a los 23 años!!- descubrir que no era en juego lo de que "Dios -y la Razón- han muerto". Al menos el Dios de las creencias dogmáticas, aquel cuya existencia la escolástica medieval pretendiera demostrar racionalmente. Una frase con la que Nietzsche tan sólo quiso expresar la liquidación de la visión ingenua del hombre con la que Parménides, Platón y Aristóteles ilusionaron a la Humanidad.
Los estudiantes universitarios -que tan decisivo papel jugaron en la derrota de Chávez- están dándole al país un poderoso impulso moral. Ellos son, de hecho, una suerte de "ética en vivo", "en acto" o en proceso. No la reflexión sobre la moral, sino la vivencia fresca y sana, la autenticidad de la acción y del querer. La esperanza de rescatar a Venezuela, tanto del absurdo neocomunista ¡¡como de la corrupción de la IV República!! Ojalá ese poderoso empuje juvenil logre asimilar y asumir la profunda crisis moral de Occidente a la que hemos aludido. Ojalá estos valiosos chamos puedan superar el formidable impacto que le amargó la vida a tantos grandes filósofos, el shock que se produce al entrar en contacto con la profunda miseria, aridez y desolación que es el alma humana; a pesar de su inefable hermosura y del infinito Amor al Prójimo que ella es capaz de albergar.
Emeterio Gómezhttp://opinion.eluniversal.com/2007/12/16/opi_33999_art_los-estudiantes-y-la_631308.shtml
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