Primer reportaje: Intentaron comprar el silencio de Antonini con U$S 2 millones - Gustavo Sierra, Clarín
Los tres venezolanos y el uruguayo que tienen en vilo a la Argentina por “el caso del maletín”, entraron ayer a la media mañana a la sala de la Corte Federal de Miami junto a otros once acusados de diferentes crímenes. Moisés Maionica, Franky Durán, Carlos Kauffman y Rodolfo Wenseele tuvieron que esperar a que el juez William Turnoff atendiera a otros tres casos antes de que el suyo.
Estaban todos con cadenas en los pies y esposados de a dos por las manos. No pudieron abrir la boca. Fue el fiscal, Thomas Mulvihill quien habló y los comprometió aún más de lo que estaban hasta el momento. “Ofrecieron dos millones de dólares al ciudadano estadounidense Guido Antonini Wilson para que ocultara que el dinero provenía de Venezuela y que estaba destinado a la campaña presidencial en Argentina“, reveló el fiscal. En ese momento, se escuchó un murmullo en la sala que estaba repleta.
El fiscal siguió explicando al juez que la trama se había desatado en agosto, cuando Antonini Wilson había intentado entrar en forma ilegal con 800.000 dólares a la Argentina con destino a la campaña electoral -no tomó en cuenta que el venezolano Durán había dicho que el dinero era para la candidatura de Cristina Fernández- y que había sido atrapado por la aduana argentina.
Además, el fiscal explicó que, durante cinco meses, en diferentes reuniones, los acusados habían intimidado a Antonini Wilson para que ocultara de dónde provenían esos fondos. También enfatizó que Antonini colaboró “siempre” con el FBI y que grabó las conversaciones.
El juez escuchó entre atento y divertido y se detuvo un momento en el cargo principal: operación ilegal de agentes extranjeros. “Sí, son todos agentes de la República Bolivariana de Venezuela”, aseguró el fiscal.
Entonces, el juez ordenó que los tres venezolanos regresaran a sus asientos y decretó una nueva audiencia para el 27 de diciembre, aunque puede ser pospuesta por las fiestas. Después permitió que se aproximara la abogada del uruguayo Rodolfo Wanseele, una morena joven y de porte pequeño, que de inmediato pidió la libertad para su defendido. “No tiene nada que ver con los otros tres acusados, no es de la misma nacionalidad, no trabaja con ellos ni tiene la misma condición económica ya que mi defendido es un simple ingeniero informático que gana 90.000 dólares al año“, argumentó.
El fiscal replicó que esto no era cierto ya que tenían evidencias en video donde se ve a Wanseele haciendo tareas de vigilancia e inteligencia para el quinto acusado, Antonio Canchica Gómez, “un agente secreto venezolano” que permanece prófugo.
Luego, el fiscal describió una reunión en la cafetería Starbucks de Plantation, a unos 45 minutos al norte de Miami. Allí, de acuerdo al fiscal, Wanseele fue el chofer que transportó a Canchica a un encuentro con Antonini, donde se lo amenazó con matarlo a él y a su familia. Y en el video se lo ve observando cada movimiento, entrando y saliendo del lugar y dando vueltas alrededor de los hombres que conversaban.
El juez Turnoff no encontró evidencias muy claras de nada de esto y observó que Wanseele no cometió ninguna falta ante la justicia estadounidense, “ni siquiera una multa de tráfico” y por lo tanto le decretó la libertad bajo fianza de U$S 150.000.
Pero dejó la puerta abierta para que el fiscal pueda apelar en las próximas 48 horas. Mulvihill prometió regresar con la transcripción de lo dicho por el acusado y las fotos que le tomaron “haciendo inteligencia” para Caracas. El jueves 27 de diciembre los cuatro acusados deberán presentarse nuevamente ante el juez y decirle si se declaran culpables -e intentan un acuerdo de reducción de pena- o inocentes y afrontan el proceso en el que se arriesgan a pasar los próximos diez años en la cárcel.
Segundo reportaje: La audiencia pareció una telenovela venezolana en vivo y en directo - Gustavo Sierra, Clarín
Los acusados entraron con cadenas en los pies y atados de a dos con esposas. Todos tienen camisa de manga corta y pantalón color ocre, una camiseta blanca debajo y sandalias de cuero, el atuendo de la penitenciaría. Definitivamente al que peor le sienta el traje es al abogado Moisés Maionica. Es un hombre joven, tiene 37 años, pero la panza prominente convierten a la camisa en una carpa. No parece haber familiares suyos entre la audiencia. A pesar de estar acostumbrado a los procedimientos de las Cortes y de trabajar con clientes estadounidenses, pide unos auriculares para recibir la traducción simultánea como los otros tres acusados en el caso del maletín.
Carlos Kauffman es más bien bajo, de tez morena y mantiene un bigotito latino algo ridículo. Se da vuelta todo el tiempo para ver a su mujer que está sentada al final, junto a la diputada Patricia Bullrich. Ella está embarazada y tiene fecha para dar a luz un día después de Navidad. Carlos tiene 35 años y luce algo menor. Cuando el juez ordena a los detenidos abandonar la sala, la embarazada se larga a llorar.
Franky Durán, no tiene la pinta de play-boy con la que lo describieron sus vecinos. Es de contextura y altura mediana y con sus 36 años luce un corte de pelo algo pasado de moda, de estilo noventa, prolijo a los costados y un jopo. Tiene una barba rala y cuidada. Permanece con los ojos vidriosos. Entre el público está su hermana que viajó especialmente desde Caracas para verlo y tiene la cara hinchada de llorar. A su lado hay una mulata joven y muy atractiva que es la novia con la que estaba en su casa el martes pasado cuando lo pasó a buscar Antonini Wilson para “una última conversación”.
El uruguayo Rodolfo Wanseele parece ser un tipo más duro. Es pelado y tiene afeitada la cabeza. Es robusto y al lado de su abogada, que es una morena menuda, parece un gigantón. Escucha al juez y mueve de vez en cuando la cabeza en desaprobación, pero en ningún momento pierde la calma. El juez pregunta si hay familiares o amigos en la sala que puedan hablar en su favor y la abogada dice que no, que sus hermanos están en Uruguay y México, y su ex mujer vive en Caracas.
En el medio, van pasando los otros once acusados de otros delitos y que participan de la misma audiencia frente al juez William Turnoff. El caso más interesante parece ser el de cuatro mujeres jóvenes y un muchacho, tres de ellas brasileñas y los otros mexicanos. Los cargos son de narcotráfico y prostitución. Un abogado pide que se levante el último cargo y el fiscal accede, pero no hay libertad condicional. Tienen la próxima audiencia en enero. Las chicas no entienden nada de lo que se dice. Una traductora les habla al oído. La más joven intenta contestar al juez, pero el abogado le hace la seña del silencio. Los otros acusados siguen todo como si estuvieran viendo una telenovela venezolana de horario central.
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