2008 será un año con alta inflación, inclusive más alta que la de 2007. Ya lo estamos viviendo, aun cuando el Ejecutivo diga lo contrario. Se nota en los supermercados, ventas de repuestos, librerías, ferreterías, farmacias y pare usted de contar.
El aparato productivo nacional está trabajando a máxima capacidad y pocos quieren invertir para aumentar esa capacidad, simplemente porque las expectativas de poder recuperar la inversión son inciertas, por las continuas y reiteradas amenazas que desde el alto gobierno penden. Ni hablar de lo difícil que es hacer negocios en Venezuela, debido a los numerosos controles, malos servicios públicos, restricciones cambiarias, leyes o regímenes laborales, etc. La página de Cadivi para gestionar las divisas, pagos, etc., se cae al menos una vez cada dos meses y tardan de una a dos semanas en restaurarla. Ésa es la realidad. Tenemos un gobierno ineficaz, para no decir inservible.
Para que el Gobierno pueda cubrir la demanda no satisfecha por la producción nacional tiene como única alternativa importar más. Pero entonces surge un dilema: si importamos más, nuestra dependencia de las divisas que genera el petróleo aumentará cada día, y eso es un peligro para el Gobierno en el mediano plazo, porque las divisas (dólares, yenes, euros) no las puede decretar el Gobierno. Simplemente se tienen porque vendemos petróleo caro, o más petróleo, pero no las tendríamos si bajara el precio o disminuyera la producción.
El Gobierno, al constatar por fin la inflación, desea bajarla, pero controlando las importaciones y sin preocuparse por promover la producción nacional, lo cual provoca el peligroso desabastecimiento que perturba a nuestro país. Adicionalmente, existe la sobrevaluación del bolívar. A medida que pasa el tiempo con una inflación de no menos del veinte por ciento (20%) anual, nuestros productos locales son cada vez más caros en comparación con los importados de otros países con inflación entre dos por ciento (2%) y cinco por ciento (5%). Resultados: es más barato importar que producir localmente. En definitiva, ese cóctel genera mucho dinero en la calle y pocos productos que comprar, es decir, más inflación.
En nuestra opinión, el Gobierno no las tiene nada fácil. Y el problema principal es su mentalidad “comunista/socialista” unida a una imposibilidad “genética” para dialogar y negociar con los sectores productivos, que no son precisamente Pdvsa ni Mercal. Me refiero a los productores y distribuidores privados. No a los nidos de corrupción que se han enquistado en Pdvsa y en Mercal, o en cualquiera de esos organismos controlados por bandidos que al Presidente se le ha ocurrido crear y colocar en estos casi diez años que lleva devastando al país. Señores, les digo como se dice en el llano: no hemos visto llaga, lo que hemos visto es peladura. El desabastecimiento que se nos aproxima es de pronósticos reservados.
Sin atajos
Muchas veces hemos dicho que al Presidente lo sacará de Miraflores la misma gente que creyó en él. Me explico: ese pueblo que Hugo Chávez mantuvo engañado por mucho tiempo, pero que ya entendió que la culpa no es del imperio, ni de George Walker Bush, ni de Alvaro Uribe, sino del mismísimo comandante, que prefirió ayudar a resolver los problemas de Cuba, de Nicaragua, de Bolivia y de Argentina que atender las necesidades de nuestro país. Es una verdad irrefutable, pues en casi diez años no se ha preocupado por promover políticas de empleo, tampoco por construir hospitales, escuelas o carreteras para Venezuela. Eso quizás lo ha procurado, pero no en el país que lo eligió, sino, como dije antes, en otros terruños.
En esta fase terminal en que está la “revolución bolivariana”, lo que nos queda pedirle a los que pudieran estar conspirando para derrocar al autócrata es, simple y llanamente, que ni se les ocurra hacer más de la cuenta para concretar sus objetivos. Que sepan administrar sus intenciones. No hace falta empujarlo. Él se caerá sólo. Si alguien pretende deponerlo y lo logra, tengan la seguridad de que después de algunos años lo tendremos nuevamente. No debe existir ningún salvador. Que la bomba de la inflación, la escasez, la corrupción, la ineptitud, la inseguridad y el bandidaje gubernamental le reviente en la cara al verdadero responsable, es decir, a Hugo Chávez Frías. Nadie puede salvarlo de su fracaso. Ya sabemos que la revolución bolivariana es una locura y un culto a la corrupción y la ignorancia, por lo que si a algún militar, activo o retirado, se le ocurre hacer lo que muchos están esperando, pues lo único que lograría sería salvar a Chávez, debido a que el mandatario pasaría de ser un pésimo gobernante a un Presidente depuesto por la oligarquía venezolana… “la misma que asesinó a Bolívar y a Sucre”. Aguanten las ganas. Entendemos sus buenas intenciones, pero no más aventuras. El comportamiento sociológico del venezolano nos ha dicho que febrero y marzo son meses determinantes para la permanencia en el poder de los jerarcas.
Caída y mesa limpia
Ante este clima de inestabilidad política, no entiendo cómo es que ciertos sectores de la oposición se preocupan más por los cargos de alcalde y de gobernador, o de concejal y legislador, que en diseñar una verdadera estrategia para salir de la crisis. No tengo dudas de que, en caso de haber elecciones municipales y regionales, la oposición lograría recuperar muchas, muchísimas, alcaldías y gobernaciones que hoy se encuentran en manos del oficialismo. Pero que se entienda bien, esa conquista se alcanzaría siempre y cuando no se cometa la torpeza de presentarse desunida. Y otra cuestión que la oposición debe entender es que ese triunfo de nada servirá en un país que se está cayendo a pedazos por causas de una errática política económica. Y asimilen también esos candidatos opositores que los gobernadores y los alcaldes poco o nada podrán hacer para evitar el desplome definitivo del Gobierno Nacional. Creo que en 2008 habrá una especie de caída y mesa limpia. Chávez ni con éstos, ni con los gobernadores que vengan, podrá evitar el fin de la Quinta República.
Pablo Aure
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