domingo, 13 de enero de 2008

Editorial del diario El tiempo: Chantaje inadmisible




En apenas unas horas, la optimista euforia que produjo la liberación de Clara Rojas y Consuelo González se convirtió en amarga incertidumbre, tras las declaraciones a favor de las Farc del presidente Hugo Chávez. Su discurso del viernes ante la Asamblea Nacional de su país constituye un gravísimo torpedo, que ha precipitado una nueva y delicada crisis en las relaciones entre Colombia y Venezuela. Pedir que las Farc sean retiradas de las listas de terroristas y se las reconozca como fuerza beligerante equivale a un mal disimulado respaldo político. Y su calificación de "bolivarianas" se vuelve sinónimo de convergencia ideológica. La sola hipótesis de una posible alianza resulta tan inaceptable como peligrosa para la institucionalidad colombiana.

Si hace casi una década, cuando comenzaba el proceso del Caguán, se produjo una crisis profunda porque Chávez afirmó que su gobierno era "neutral" frente al conflicto colombiano, las consecuencias de su nueva postura van mucho más lejos.

Chávez fue indudable artífice de la feliz liberación de Clara y Consuelo, pero este logro parece se le subió a la cabeza, y desde su envalentonado ego se sintió con una autoridad que no tiene para darles a las Farc un espaldarazo que ofende a Colombia y contradice el enorme respaldo de su pueblo a las acciones del Gobierno Uribe contra una organización criminal que ha causado tanto dolor y muerte en nuestro país.

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Nadie puede negarle al mandatario venezolano su contribución para la feliz liberación del jueves. El presidente Uribe la agradeció con altura y sin ambigüedades. El propio gobierno de George W. Bush reconoció la tarea y puso a un lado su agria enemistad con el régimen bolivariano. Y se puede entender, en fin, que Chávez haga gestos para mantener su ascendiente sobre las Farc y preservar así la posibilidad de futuras gestiones, en la búsqueda de más liberaciones, un acuerdo humanitario o un proceso de negociación política.

Pero con la inconcebible salida en falso ante la Asamblea Nacional borró lo que todo el mundo le había reconocido y se cerró espacios para buscar aproximaciones entre el Gobierno y las Farc. Quedó casado con una franca posición de apoyo hacia el grupo de 'Marulanda'. ¿Y puede ser gestor de una iniciativa humanitaria alguien que no condena el secuestro?

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Ya su ministro del Interior, Ramón Rodríguez Chacín, había dado un primer paso en falso, que subrayó la afinidad política con las Farc, al decirles a los guerrilleros que entregaron a las secuestradas: "Estamos muy pendientes de su lucha... Mantengan ese esfuerzo y cuenten con nosotros". Más claro no canta un gallo. No menos inquietante resulta la plena coincidencia del comunicado de las Farc del viernes pasado en que reclaman estado de beligerancia, con lo que dijo Chávez horas después en la Asamblea.

Condicionar la normalización de las relaciones con Colombia a su solicitud en favor de la guerrilla resulta ofensivo y casi delirante. Desconoce, de entrada, que condición esencial para una relación normal entre Estados es el respeto de cada uno a la soberanía del otro para definir sus asuntos internos.

Es posible que el propio Uribe le haya abierto la puerta al vínculo vicioso entre relaciones bilaterales y el conflicto interno al haber invitado a Chávez como mediador. Él mismo lo reconoció y esta vez el mandatario colombiano ha reaccionado con compostura y sensatez a las últimas provocaciones de su vecino. No ha caído en peligrosa competencia de epítetos, a pesar de las ofensas, verbales y prácticas, que le ha lanzado Chávez. Pero si este último no cambia de posición, y sobre todo de actitud, la crisis diplomática se prolongará quién sabe hasta cuándo y con qué costo para ambos países.

Hay que encontrar un punto intermedio entre los dos extremos en que se han movido en los últimos años las relaciones Colombia-Venezuela. El de la luna de miel basada en la supuesta química de Uribe y Chávez hay que descartarlo por frágil e irreal. Y el actual, el de la confrontación y la intromisión de Chávez en los asuntos internos de Colombia, hay que evitarlo por peligroso e indignante. Los esfuerzos para recomponer un equilibrio estable y duradero tienen que incluir el fortalecimiento de lazos institucionales, el retorno a una diplomacia profesional y, también, los buenos oficios de gobiernos amigos de ambas partes. Como los de Cuba o Brasil.

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Por lo pronto, el momento es crítico. Todos los colombianos conscientes de lo que significa deben cerrar filas ante la pretensión de Hugo Chávez. Más que una inaceptable provocación, constituye un abierto chantaje, como lo ha dicho el ex presidente Andrés Pastrana.

Las primeras reacciones señalan una amplia convergencia política y social de rechazo a la actitud del mandatario vecino. Corresponde al Gobierno canalizarla con realismo y ecuanimidad para convertir este sentimiento en una auténtica unidad nacional. Porque es la propia institucionalidad e integridad territorial de Colombia las que pueden estar amenazadas.

El Tiempo, Bogotá, Colombia

http://www.eltiempo.com/opinion/editorial/2008-01-13/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3918194.html

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