miércoles, 16 de enero de 2008

Dramas y secuestros


Errores crueles


Quizás uno de los mayores errores políticos cometido por el presidente Chávez en los últimos tiempos fue colocar en el centro de la opinión pública nacional, y desde luego regional y mundial, a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.

Hasta hace pocos días, las FARC no eran sino un eco lejano de un conflicto que ocurría más allá de las fronteras, pero no la preocupación fundamental de los venezolanos a la hora del desayuno. Hoy forma parte indispensable del menú mañanero del país y de quienes llegaron aquí para compartir vida diaria con nosotros.

Ahora, ese problema lejano, que era según la propaganda guerrillera exclusivo con el presidente Uribe y la oligarquía de Colombia, ha terminado ubicado en el centro de nuestras preocupaciones y colocan a las FARC bajo el faro de las sospechas.

¿Se instalarán aquí, como parece predecir el llamado al reconocimiento legal que ha hecho Chávez? ¿Le daremos estatus de fuerza beligerante, lo que les permitiría acampar y pedir refugio en territorio venezolano? ¿Quién encabezará la delegación política que institucionalizará su presencia en Miraflores? Porque si el presidente Chávez le exige a los países latinoamericanos que reconozcan como "fuerza beligerante" a la narcoguerrilla colombiana, entonces nosotros como Estado estamos en la obligación de dar el primer paso.

Y ello significa abrir aquí oficialmente una oficina de las FARC que se ocupe, como es de rigor, de resolver los asuntos administrativos, legales, diplomáticos, e incluso, militares, que puedan surgir en el futuro entre Venezuela y esas fuerzas alzadas beligerantes, que acampan por doquier en nuestras fronteras.

Esta diplomacia esquizofrénica, por la cual se permite en Venezuela libertad de movimiento, propaganda y presencia pública a los grupos guerrilleros colombianos, mientras desde Miraflores se entorpece el comercio con Colombia, la importación de bienes y servicios, y el intercambio de información de inteligencia para combatir los secuestros y el narcotráfico, que tanto daño nos hacen, son las dos caras de una cancillería sumisa y escasamente profesional, que debe salir, a cada rato, a recoger los platos rotos.

Basta revisar las noticias sobre Colombia aparecidas hoy en la prensa de Venezuela, en las cuales puede leerse una desgarradora historia de un militar colombiano, secuestrado y humillado en sus derechos humanos más fundamentales.

La manera como cuenta su enfermedad, la indiferencia de sus captores y los ardides que hubo de adoptar para moverse en la selva, con sus piernas inhabilitadas y sus frecuentes vómitos y diarreas, es reveladora de una crueldad sin límites.

Otra cara del drama, ante el cual el presidente Chávez se declara ciego, es la de los secuestrados venezolanos. Cómo será la indiferencia oficial que un joven argentino, residente en Margarita, tuvo que acudir a la cancillería sureña para que hicieran algo por su padre, secuestrado en el municipio Mara, de Zulia.

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