Un reportaje de la revista española Interviu analiza esta semana los nexos del Gobierno de Hugo Chávez con el tráfico de drogas y terroristas de ETA. El reportaje, que contiene algunas imprecisiones de bulto, se fundamenta en informaciones de los servicios secretos españoles.
Este es el reportaje citado:
El Fabio Gallipolli, un pequeño barco pesquero patroneado por Juan José Mata, fue abordado por la policía española en aguas de Cabo Verde en mayo de 2006. En su bodega llevaba casi tres toneladas de cocaína. Sus tripulantes fueron detenidos e ingresaron en prisión. El juez de La Orotava (Tenerife) encargado del caso escuchó atónito las declaraciones de dos de los marineros-narcos. Le contaron que la droga les había sido trasladada en alta mar por una patrullera de la Armada de Venezuela. En el mismo sumario de esa operación, llamada Butreque, la policía y la Guardia Civil escucharon una conversación entre los narcos. Uno de ellos mostraba su temor a volver a Venezuela para saldar una deuda. El otro le tranquilizaba: “Ahora el jefe es el hermano”, en alusión, según fuentes de la investigación, a Marcos Chávez, hermano del presidente venezolano, Hugo Chávez Frías, nombrado comisario general de la CICPC, el cuerpo policial de élite venezolano, encargado entre otras cosas de reprimir el narcotráfico. (NOTA: Así aparece en el reportaje de la revista Interviu)
La, en el mejor de los casos, dejadez de Chávez y su régimen con los narcos es notoria. Informes del CICO (Centro de Información sobre el Crimen Organizado) español recogen que el 80 por ciento de la cocaína que llega a España procede ya de Venezuela. “No parece que a Chávez le moleste inundar de droga a la juventud española, burguesa y podrida, según su discurso ideológico”, asegura uno de los investigadores. Otro de los agentes españoles antidroga recuerda que antes de Chávez, “apenas el 20 por ciento de la coca venía de Venezuela, la mayoría salía de playas colombianas caribeñas. Pero con él en el poder, como mínimo se ha triplicado”. Agentes españoles están esta semana en Venezuela tratando precisamente de mejorar la colaboración en la lucha antidroga, casi huérfana desde que Chávez expulsó a la DEA, la todopoderosa agencia estadounidense, en 2005.
Precisamente la DEA es la autora de informes en poder de la policía española que afirman que la Armada venezolana escolta con sus patrulleras a los barcos cargados de droga mientras surcan el delta del río Orinoco hasta la desembocadura. Los agentes españoles no confirman esa denuncia, pero sí relatan varias historias: la del cargamento de 175 kilos de coca que agentes de la Guardia Nacional habían colocado en el puerto de la Guaira. Ese mismo grupo había enviado ya 1.300 kilos de droga que fueron localizados por la Guardia Civil en Madrid y Lisboa.
Los últimos barcos con coca hasta la cocina incautados por policía y Guardia Civil desde 2003 pasaron por Venezuela. Fue el caso del Gallipolli, y también el del pesquero Nonga (tres toneladas de cocaína), el Poseidón (tres toneladas más), el Caridad C (otras tres toneladas) y el White Sands (3.100 kilos de droga). Éste último llevaba como destino Senegal, donde los grandes narcos tienen ya infraestructura. De hecho, la policía española ha detectado en algunos países africanos, como Marruecos y Togo, la presencia de presuntos hombres de negocios con pasaportes venezolanos dedicados en realidad al tráfico de cocaína.
No sólo España se ha quejado de que Chávez no meta ojo a la droga. También lo ha hecho Colombia, lugar de salida de la coca. Así, un reciente informe del Gobierno colombiano afirma: “La organización de empresas narcotraficantes formadas por redes de colombianos y venezolanos ha permitido aprovechar la experiencia acumulada en Colombia para convertir a Venezuela en exportador de drogas ilegales de primer orden hacia Europa y los Estados Unidos”. El diario colombiano El País informó en julio de este año que la droga procedente de Venezuela hacia Europa y México había aumentado un 500 por ciento bajo el mandato de Chávez. Según su información, en Venezuela hay ya 117 pistas clandestinas en el delta del Orinoco en las que aterrizan aviones con coca para cargarla en barcos. También el Gobierno mexicano se quejó de la laxitud venezolana con la cocaína y los vuelos hacia su país. Tampoco tuvo éxito.
No es casualidad que Chávez mantenga también fluidas relaciones con las FARC, guerrilla colombiana financiada con la cocaína y los secuestros. Incluso se ha ofrecido a mediar con ellos para liberar a algunos de los secuestrados. Tampoco, que casi todos los grandes narcos lleven ya un pasaporte venezolano. La policía española confirma que “los narcos colombianos compran pasaportes venezolanos en blanco. De esa forma se evitan tener que pedir visado para viajar a Europa”. Fue el caso de Orlando Sabogal, alias el Mono, jefe del cartel del Norte del Valle, que fue detenido por la Guardia Civil el pasado año en Madrid.
El primer caso de un traficante de droga internacional con conexiones directas con el régimen fue el de Walter del Nogal, detenido en septiembre en Italia por tráfico de cocaína, según publicó El Nuevo Herald. Del Nogal había llegado a Milán desde España y era prófugo de la justicia suiza. Cuando Chávez llegó al poder, estaba en prisión cumpliendo condena por asesinato. El presidente lo indultó y Del Nogal se convirtió en un hombre agradecido y que frecuentaba fiestas de los vips del régimen. En una posó radiante junto al alcalde de Caracas, Juan Barreto.
En la estructura del régimen
Los servicios antidroga españoles no están nada contentos con Chávez. Pero tampoco los grupos antiterroristas. Por un lado, organizaciones integristas islámicas violentas, como Hamás y Hezbollah, ya tienen oficina y simpatizantes en Venezuela. Por otro, más estrictamente español, el asunto de los etarras que viven en Venezuela, muchos desde los años 80. “Lo que ha cambiado con Chávez es que los etarras antes eran empresarios privados que financiaban desde allá; ahora muchos están integrados en la estructura del régimen, y se han unido con otros procedentes de México desde que el Gobierno de allí empezó a colaborar con nosotros. Algunos cobran de gobiernos y municipios controlados por los chavistas, incluso. Y todos tienen ya pasaporte venezolano”, asegura un agente antiterrorista.
La cabeza visible de los etarras en Venezuela es Arturo Cubillas, acusado de tres asesinatos entre 1984 y 1985, cuando formaba parte del comando Oker. Cubillas se refugió allí en 1989 y abrió un restaurante al que llamó como su grupo asesino, en el que compartía pistolas con Idoia López Riaño, la Tigresa. En Venezuela, Cubillas se casó con Goizeder Odriozola, hija de exiliados vascos. En 2005, el Gobierno de Chávez lo nombró director de Bienes y Servicios del Ministerio de Agricultura. Su esposa pasó del mismo ministerio a convertirse en directora general del Despacho de la Presidencia, una especie de gabinete de Chávez. Atrás quedaban las extradiciones en 2002 de Sebastián Etxaniz –condenado por tres asesinatos– y Juan Víctor Galarza. El Gobierno de Chávez rectificó pronto y ofreció pagar 325.000 euros de indemnización, aunque luego anunció que no lo haría.
En Venezuela viven cómodamente, según informes antiterroristas españoles, Miguel Ángel Aldana, alias Askatu –acusado de dos asesinatos–, María Arana Altuna, Carmen Albizu Etxabe… Hasta unos cuarenta etarras. Algunos, los más afortunados, trabajan ya para ayuntamientos chavistas. Otros regentan una armería e incluso dan clases de tiro y tácticas de guerrilla a los círculos bolivarianos. “Pueden enseñarles muchas cosas de guerrilla y ‘kale borroka’ a la inversa a esa especie de somatén o milicia que Chávez usa para reventar movilizaciones de la oposición”, afirman fuentes policiales españolas. Los Círculos Bolivarianos reprimieron con dureza, y con armas, las manifestaciones de la oposición contra el proyecto de Chávez de poder ser reelegido de por vida, previsto para el 2 de diciembre.
Los etarras viven en Venezuela en los estados de Falcón, Sucre, Nueva Esparta y Aragua, según los informes antiterroristas españoles, que añaden con preocupación que algunos etarras han conseguido ser elegidos directivos de las euskaletxea (casa vasca), verdadero centro neurálgico de la emigración. Son los casos de Barcelona, Puerto La Cruz, Anzuátegui, Sucre y Falcón. Además de a militantes de ETA, Chávez mima a sus simpatizantes y entorno próximos. Especialmente a la organización Askapena (Liberación), que afirma en sus documentos formar parte del Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV), la forma en que ETA y su entorno se autodefinen. Miembros de Askapena mantienen excelentes relaciones con el régimen chavista y han participado allí, al igual que el dirigente de Batasuna Joseba Álvarez, en el Foro Social Mundial que se celebró en Caracas el pasado año. Askapena colaboró también en la puesta en marcha de la emisora de radio de apoyo a Chávez llamada Al son del 23.
El pasado verano, un grupo de jóvenes independentistas vascos viajó a Venezuela con el nombre de Brigada. En sus crónicas afirmaron que iban a “transmitir qué es Euskal Herria, nuestra lucha y nuestro proyecto”. Fueron entrevistados en la emisora, también en la radio estatal venezolana y visitaron varias coordinadoras chavistas. Una fotografía muestra en internet a varios de los voluntarios de Askapena posando bajo un enorme retrato de Simón Bolívar y con un cartel en el que se reclama el regreso a casa (“etxera”) de los presos etarras. Otro miembro de Askapena, Luismi Uharte, firma artículos de apoyo a Chávez como “profesor ad honorem de la Universidad Central de Venezuela”.
Chávez y sus aliados han empleado a miembros de Askapena para defenderse incluso ante problemas locales. Así, integrantes de Askapena viajaron a Bolivia el pasado verano y dieron una rueda de prensa el 23 de agosto en El Alto. El Gobierno de Evo Morales pasa por dificultades ante la movilización popular mayoritaria en el departamento de Santa Cruz, que reclama un estatuto de autonomía similar al vasco o, incluso, al asturiano. Morales sufrió masivas manifestaciones en su contra.
Hasta allí llegaron los brigadistas vascos para explicar, según sus propias palabras, que “Euskal Herria es una nación sin Estado bajo dominio del Estado español y francés”, que “el nuestro es un pueblo que ha sido colonizado; cuando en 1512 [fecha de la incorporación de Navarra a España] los colonizadores españoles llegaban a Bolivia, comenzaba también la última ofensiva contra la soberanía de nuestro pueblo”. Tras la heroica historia, el llamamiento a los bolivianos: “La autonomía ha significado la concesión a la oligarquía local de cuotas de poder para defender sus intereses económicos y gestionar sus negocios. Este régimen autonómico es un obstáculo en el camino hacia la recuperación de nuestra soberanía”. Es decir, nada de autonomía para Bolivia. La fluidez de relaciones entre el régimen chavista, su “hermano menor” Morales y algunos sectores independentistas radicales vascos se muestra también con la existencia en Bilbao desde 2004 del Círculo Bolivariano La Puebla, que se define a sí mismo como “conformado por vascos/as, venezolanos/as y otros/as interesados/as en apoyar la Revolución Bolivariana que se está llevando a cabo en Venezuela”, y hace hincapié en las raíces vascas de Bolívar.
No extraña que con tanta comunión ideológica, cuando Chávez protagonizó el incidente con el Rey de España, la televisión pública venezolana entrevistara a José María Esparza, ex editor de Gara, para que diera su opinión: “El Rey no tiene mayor representatividad que la que le concede el dictador Francisco Franco… El pueblo vasco y el catalán jamás han votado por la permanencia del Rey”.
Indios convertidos a Hezbollah
La capacidad de seducción del islam mezclado con el terrorismo ha alcanzado cotas insólitas en la Venezuela de Chávez. Allí hay ya delegaciones de Hamás y Hezbollah. Y en Líbano, globalización mediante, se leen panfl etos donde Chávez aparece como “símbolo de la resistencia internacional”. Chávez mantiene excelentes relaciones con el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad. Irán patrocina a Hezbollah. Y, voilá, Hezbollah se instala en Venezuela con un manifi esto que proclama: “Los musulmanes latinoamericanos tenemos que tomar las armas para defender el islam… Los musulmanes latinos ingresamos como muyahidin a los ejércitos de los musulmanes para combatir con valor junto a nuestros hermanos iraquíes, iraníes palestinos (sic) y libaneses”. Los autores del manifi esto fueron los indios wayuu, que viven desde siglos atrás en la península de La Guajira y decidieron cambiar su nombre por el de la sucursal de Hezbollah. Bajo ese manto, defi enden la “teocracia islámica mundial. Línea nacional contra el vicio, inmoralidad, criminalidad y corrupción”. Sus guías, aseguran, son Chávez y el ayatolá Jomeini, líder de la revolución iraní contra el Sha. Es la aparición más surrealista de Hezbollah en Iberoamérica, pero no la más sangrienta. Hezbollah fue la responsable –con ayuda iraní, según las investigaciones– de atentados en Argentina que causaron 115 muertos en 1992 y 1994. “No creemos que Chávez les financie, ni se meta en eso. Pero sí que le conviene, les consiente, les da calor. Que quiere montar allí un Afganistán suave para poder hacer daño con otros nombres cuando quiera”, subrayan fuentes de la inteligencia española.
Un hermano de ‘el chacal’, jefe de energía
Carlos el Chacal, famoso terrorista venezolano, cumple cadena perpetua por sus crímenes en Francia. Antes, mató al menos a once personas –los franceses le atribuyen 83 asesinatos– e hirió a más de cien. Fue una leyenda del terror en los 70 y 80. Desde que fue detenido, Chávez le manifestó su apoyo y trató de trasladarlo a Venezuela, a lo que Francia se negó. El Chacal, cuyo verdadero nombre es Ilich Ramírez Sánchez, tiene dos hermanos, Vladimir y Lenin. El primero vive en Venezuela y respalda públicamente en entrevistas, la figura “revolucionaria” de su hermano, convertido al islam y defensor ahora de Bin Laden. El segundo, más discreto, es ingeniero y fue nombrado por Hugo Chávez director general de Energía y Minas a finales de 2002. En la práctica, Lenin Ramírez Sánchez es desde entonces el tercer jefe del ministerio clave de Venezuela.
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