martes, 13 de noviembre de 2007

Chávez quiere ser el dictador comunista de Venezuela


El Decano del periodismo español Luis María Anson, aquel que aseveró que Hugo Chávez era “homosexual de closet”, la emprende otra vez contra el mandatario venezolano desde su columna “Canela Fina” en el diario El Mundo de Madrid.

Hugo Chávez está introduciendo el comunismo en Venezuela con impaciente tenacidad. El comunismo castrista para ser más exactos, el comunismo estalinista. Los lectores de canela fina conocen desde hace siete años mi opinión sobre el caudillo bufón de Venezuela. Ya antes de que se transparentara su devoción religiosa por Fidel Castro, Chávez fue un militar golpista. El 4 de febrero de 1992 participó destacadamente en un golpe de Estado contra el presidente constitucional Carlos Andrés Pérez, algarada militar que ensangrentó la vida venezolana con medio centenar de muertos y numerosos heridos. Los soldados de Chávez tomaron el Museo Histórico Militar y la televisión estatal. Fracasaron en el Palacio presidencial de Miraflores y también en La Casona, la residencia del presidente. La Guardia Nacional desbarató el golpe de Estado de Chávez, que pasó dos años en la prisión de San Francisco de Yare, hasta que se benefició de la amnistía del presidente Caldera.

Desde que ganó unas turbias elecciones en 1991, el coronel golpista Chávez, influido por Ezequiel Zamora y su Arbol de las tres raíces, se ha ido despojando de sus máscaras, como hizo Castro a partir de 1959. Su nuevo proyecto de Constitución deja claro lo que pretende: implantar en el país un comunismo castrista, bien arropado por los millares de agentes cubanos que el dictador caribeño ha seleccionado para él y que se mueven por Venezuela como la Regàs se movía por la Biblioteca Nacional. El vendaval petrolífero ha convertido a Chávez en un hombre poderoso internacionalmente. Lo de menos, en fin, es que haya decidido perpetuarse en el poder como Castro. Lo de más es que pretende convertir a Venezuela en una República comunista.

Este bufón torpe y grosero, este golpista apayasado de verborrea castrista incontenible, estuvo respaldado por Zapatero desde que la atrocidad del 11-M le encaramó en el poder. Un antiamericanismo de panfleto preuniversitario condujo al nuevo presidente a entenderse con los enemigos de Washington, hasta formar un eje con el tirano Castro, el caudillo Chávez y el pintoresco Evo y su chompa rayada. España perdía así las posiciones privilegiadas que Aznar mantuvo con EEUU e Inglaterra. Zapatero, además, fue puteado por Francia y Alemania, quedó aislado de las grandes decisiones internacionales y se instaló en la irrelevancia.

Hemos llegado a la médula de la cuestión. La verdad es que nos han perdido el respeto. Hasta los grotescos amigos de Zapatero se nos han subido a las barbas. Los polvos zapatéticos engendraron estos lodos. Lo que ha ocurrido en la Cumbre Iberoamericana de Chile, por primera vez en treinta años, es el producto de la disparatada política internacional de Zapatero y de su ministro Desatinos, del que se recuerda ahora su absurda intervención en el Congreso sobre el golpe venezolano del año 2002.

Perdería yo la objetividad sino no añadiera que Zapatero estuvo bien en Chile, el Rey magnífico. El presidente se convirtió una vez más en bombero que apaga el fuego por él desencadenado con su frivolidad, su ligereza, su entendimiento ludópata de la política.

Chávez, claro es, actúa ya como un comunista. Llama fascista a Aznar porque así se lo ha ordenado Castro, anclado en las viejas mule-tillas del agit-prop soviético de los años sesenta. Adopta posiciones provocadoras contrarias a la decencia internacional y al respeto entre los pueblos y financia descaradamente a los políticos y movimientos procomunistas de toda Iberoamérica, amén de abrazarse con el inquietante Ahmadineyad de Irán. ¿Tendrá éxito Chávez en sus propósitos nada ocultos sino cada vez más explícitos? No lo sé. Castro es un dictador, un tirano, pero también un político sagaz e inteligente, un hombre serio. Chávez no pasa de la caricatura, de la mediocridad y la bufonería, de la grosería y la mala educación. El tiempo, en todo caso, terminará colocándole en el lugar que le corresponde.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española

http://www.noticias24.com/actualidad/?p=9694

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