miércoles, 4 de junio de 2008

Chávez y las Farc: lógica pura


Por
Fernando Londoño Hoyos

En cuanta ocasión le ha sido posible ha dicho el paracaidista presidente de Venezuela que su hombre más admirado, entre los vivos, es Fidel Castro. Él y su obra Cuba es su delirio y que los venezolanos vivan como los cubanos es su obsesión, repetida hasta la fatiga.

No podemos olvidar que Castro empezó su campaña en Bogotá. Como miembro de la juventud comunista vino en el año de 1948 a sabotear la Conferencia Panamericana, de la que nació la OEA, y a fe que lo consiguió. Asesinando a Gaitán convirtió a Colombia en un infierno que ardió hasta la pacificación lograda por el General Rojas Pinilla en 1953. Cumplida esa triste hazaña, para la que contó con su inseparable Rafael del Pino, y con la compañía adicional de Enrique Ovares y Alfredo Guevara, Colombia se convirtió en el objetivo casi enfermizo de Fidel.

Dueño de Cuba, armó los viejos grupos de bandoleros cesantes con el Frente Nacional. El Diablo, Pedro Brincos, Desquite, Mariachi, Venganza, acompañaron de terror nuestra juventud. Hasta que fueron cayendo ante el empuje de la oficialidad que llegaba entrenada en Corea. De todos esos asesinos armados por Castro no escapó sino el peor, el más sanguinario y primitivo, ese Tirofijo cuya muerte ahora se celebra. Consumado el fracaso, vinieron los nuevos intentos. Y aparecieron el ELN, el EPL, el M19, todos armados, entrenados y financiados desde Cuba, con el patrocinio de la Unión Soviética.

La simpatía de Chávez por las Farc no es, pues, originaria ni inventada. Es aprendida y heredada de Castro. Es una idea fija, inamovible, patológica. La liberación de los secuestrados, la oferta de su viaje al Caguán para hablar con Marulanda, el albergue que le ofrece a la guerrilla, la apertura de Venezuela al narcotráfico, todos son capítulos de la misma novela.

Y es a la luz de esa idea fija como tienen que examinarse los acontecimientos recientes. Cuando la vida de Marulanda era insostenible, porque desapareció el computador de Reyes desde donde se mantenía la patraña, las Farc necesitaban un nuevo comandante. Alguien tenía que dar órdenes, mantener una cierta disciplina, mostrar un camino en medio de la penumbra que la envuelve. Y era imposible hacerlo, como siempre, con reunión del Secretariado, pasada por aguardiente y sancochos, que concluyera en una Directiva obligatoria para todos los frentes. Ni la reunión era posible, ni el acuerdo viable. Algo había que hacer, algo audaz y fulminante.

Y es donde aparece el Comandante Chávez dando instrucciones. Las transmite a través de Timochenko, porque Iván Márquez hubiera sido demasiado evidente. Y se juega la carta de que nadie lo contraríe. Que es lo que hasta ahora pasa, sin que tampoco se haya manifestado una adhesión, ni una conformidad, así fuera resignada o llena de desgano. La elección de Cano es la más desabrida de las elecciones de la historia. Porque no es auténtica, porque nadie la quería, porque no resuelve los problemas que deja la desaparición del jefe muerto. Y porque muy probablemente es otra impostura, la de los farianos radicados en Venezuela, donde llevan vida opulenta, sin contar con los que andan perdidos en la selva y las montañas colombianas. Y en la almendra del cuento anda Chávez, buscando otro computador para entenderse con el supuesto comandante. Porque Cano tampoco pasará de lo que fue Marulanda en los últimos años: un computador parlanchín.

No es imposible que Cano esté muerto. Bien por la acción del Ejército o por orden de los que tramaron este golpe. Y de los que propondrán, en su nombre, conversaciones de paz en las que Chávez sea el artista principal. Un muerto estorba poco. Lo que habrá que ver, desde esta perspectiva, es el camino que tomen los que andan vivos padeciendo los rigores de una guerra perdida.

Cuando oigamos a Jojoy reconociendo a Cano como jefe. Y cuando veamos a Cano dando declaraciones como tal, pensaremos distinto. Por ahora, está claro que Chávez manda. Lo que no se sabe es a cuántos y a quiénes.

El Colombiano, Colombia
http://www.elcolombiano.com.co/BancoConocimiento/C/chavez_y_las_farc_logica_pura/chavez_y_las_farc_logica_pura.asp?CodSeccion=6


Ex rehén afirma que las FARC operan un campo petrolero

Uno de los frentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), está explotando un pozo petrolero al sur de ese país del que extrae combustible de alto octanaje, según el testimonio de un ingeniero de petróleos que estuvo más de siete años secuestrado por la organización guerrillera.

''De pronto vi una capa [de gas] inundando todo el espectro y un ruido de unas máquinas trabajando, produciendo, un típico campo petrolero'', explicó el ex congresista Luis Eladio Pérez en un libro sobre su cautiverio recién publicado. ''Era un pozo que no estaba escondido, un pozo petrolero de la guerrilla'', agregó Pérez.

La visita de Pérez al campamento ocurrió en el 2003 en medio de una larga travesía del secuestrado con sus captores muy cerca a Teteyó, una población del sureño departamento de Putumayo, fronterizo con Ecuador.

Relata Pérez en el libro 7 años secuestrado por las FARC que el petróleo explotado por la guerrilla sale en condiciones que ''casi'' no necesita un proceso de refinación.

''Lo pasan directamente a los camiones y lo venden como si fuera gasolina'', dijo Pérez, quien fue secuestrado el 10 de junio del 2001 y liberado el pasado 27 de febrero.

El ex congresista afirma que lo que más le impresionó es que la operación es tan rudimentaria que los derrames de petróleo son continuos y producen una gran contaminación en los caños y ríos de la zona.

Ante el panorama de destrucción, Pérez les recomendó a los guerrilleros instalar un distribuidor en la cabeza del pozo que separa el petróleo, el gas y el agua para evitar la contaminación.

Otro aspecto delicado, agregó, es que el gas que sale del pozo, que en condiciones normales se utiliza o se quema, allí se deja propagar por el terreno.

''Es un peligro terrible porque puede causar una explosión en cualquier momento'', narró Pérez, quien pasó una noche en el campamento petrolero.

Al día siguiente, los guerrilleros lo llevaron al Ecuador y días después lo regresaron a Colombia por debajo de un puente que une ambos países.

Para distraer a los policías colombianos que cuidaban el puesto fronterizo, las FARC contrataron mujeres muy atractivas, afirmó.

Pérez tuvo que hacerse pasar por un médico.

''Terminé hasta recetando Viagra a un paciente que lo que tenía era un simple dolor de cadera'', explicó.

Pérez, quien estudió ingeniería de petróleos, relató sus experiencias al director de Caracol Radio, Darío Arizmendi.

En el libro, el político describe dos intentos de suicidio; un infarto que sufrió en medio de la selva; los años en los que terminó hablando con los árboles porque le prohibían comunicarse con los guerrilleros que lo cuidaban; su estrecha y solidaria relación con la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, con quien trató de escapar; sus encuentros con tres estadounidenses en poder de la guerrilla; los problemas de convivencia con Clara Rojas, la ex jefa de debate de Betancourt; los abusos de guerrilleros que grababan secretamente a las mujeres cuando iban al baño, y las largas caminatas con cadenas al cuello.

La imagen del campamento petrolero y otros episodios de los que fue testigo llevaron a la conclusión a Pérez de que las FARC mantienen un gran poderío en una extensa región del sur del país.

En varios pasajes Pérez asegura que la llamada zona de despeje que el gobierno del presidente Andrés Pastrana clausuró en el 2002 después de casi tres años de infructuosas conversaciones de paz con los cabecillas de la organización, continúa siendo un bastión de las FARC.

''Ahí estábamos a nuestras anchas o a las anchas de los guerrilleros, ellos andaban en carros, en camionetas Toyota'', afirmó Pérez y se pregunta: ``¿Cómo es posible que la aviación no se diera cuenta de esos movimientos? ¿Cómo es posible que no detectaran tanto personal, tanta guerrilla? ¿Por qué dicen mentiras al país de haber recuperado los 42,000 kilómetros cuadrados de la antigua zona de distensión?''.


El Nuevo Herald

http://www.elnuevoherald.com/167/story/219679.html

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