Ante la presencia de la Revolución Bolivariana y dada la importancia del pensamiento de nuestro Libertador, es pertinente analizar los diferentes conceptos que tenía nuestro máximo prócer en relación al gobierno que debió existir en nuestros países.
El primer escrito de trascendencia sobre el particular se plasma en el Manifiesto de Cartagena, donde el Libertador hace un análisis del proceso emancipador venezolano. Allí aseguró que tuvimos en esa Primera República a: “…filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica y sofistas por soldados (...) De aquí nació la impunidad de los delitos de Estado, cometidos descaradamente por los descontentos y particularmente por nuestros natos e implacables enemigos...”, aseguró.
Más adelante, en 1814, cuando ingresa a Venezuela desde Nueva Granada y es recibido por los caraqueños, quienes le otorgan el título de Libertador, y luego de un largo debate en el convento de San Francisco, se le confiere el mando supremo como Dictador de las provincias liberadas. Asegura a los presentes: “Compatriotas: he venido a traeros el imperio de las leyes. Huid del país donde uno solo ejerza todos los poderes. Es un país de esclavos”.
En 1815, en una correspondencia conocida como Carta de Jamaica, sugiere que Venezuela debe unirse a Nueva Granada para conformar una sola nación, bajo un gobierno que debería imitar al sistema inglés de la época, “… con la diferencia que en vez de un rey, habrá un poder ejecutivo electivo, cuando más vitalicio, pero jamás hereditario si se quiere República; una Cámara o Senado Legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se interponga entre las olas populares y los rayos del gobierno, y un cuerpo legislativo de libre elección sin otras restricciones que las de la Cámara baja de Inglaterra”.
Al presentar el proyecto de Constitución, en 1819, ante el Congreso de Angostura, se refirió nuevamente al peligro que significaba mantener a la misma persona en el poder por mucho tiempo:
“La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el Poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la Libertad Republicana, y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo Magistrado, que los ha mandado mucho tiempo, les mande perpetuamente”.
Sin embargo, siete años más tarde, el 25 de abril de 1826, Bolívar propone ante el Congreso de Bolivia, la elección de un Presidente Vitalicio:
Empero, el Libertador, dentro de la misma Constitución para Bolivia señala que este Presidente Vitalicio:
“…viene a ser en nuestra constitución como el Sol, que firme en su centro, da vida al Universo. Esta suprema Autoridad debe ser perpetua; porque en los sistemas sin jerarquías se necesitan, más que en otros, un punto fijo alrededor del cual giren los magistrados y los ciudadanos: los hombres y las cosas… En él estriba todo nuestro orden sin tener por eso acción. Se le ha cortado la cabeza para que nadie tema sus intenciones y se le han ligado las manos para que a nadie dañe"
“El Presidente de Bolivia… está privado de todas las influencias: no nombra a los magistrados, los jueces ni las dignidades eclesiásticas, por pequeñas que sean…”
En el mensaje enviado al Congreso de la República de Colombia, el 20 de enero de 1830, Bolívar manifiesta su desacuerdo por la permanencia de un mismo magistrado en el poder:
“Mostraos, conciudadanos, dignos de representar un pueblo libre, alejando toda idea que me suponga necesario para la República. Si un hombre fuese necesario para sostener el Estado, este Estado no debería existir, y, al fin, no existiría”.
Igor García R.
www.soberanía.org
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