viernes, 6 de marzo de 2009
El caso Cargill : La megatorta
A los venezolanos ya no les agarran de sorpresa las tortas que pone el Gobierno, especialmente en el sector de la economía, porque obedecen a una concepción fanática que ellos cargan en su morral militar desde que eran aprendices de políticos en Fuerte Tiuna. De esa arrogancia mandona, autoritaria y uniformada no puede salir otra cosa que errores costosísimos que, tarde o temprano, terminaremos pagando todos los venezolanos, con lo cara que está la vida.
Pero en el caso del gobierno bolivariano esto no parece importarle un comino: los industriales y comerciantes son malos, los medios de comunicación son enemigos, la clase media es golpista y no se atreva usted a parar de contar: sólo los ministros y alcaldes oficialistas valen la pena cuando el Presidente de la República requiere una opinión para decidir tal o cual medida.
¿Entonces qué sucede? Pues que surgen las megatortas como la puesta esta semana con el proceso de expropiación de la planta procesadora de arroz, perteneciente a la empresa Cargill, que por tener su casa matriz en Estados Unidos, se cuida mucho de infringir las leyes en América Latina y, por supuesto, en Venezuela.
En este mundo de los negocios serios y consolidados, nadie es tan idiota para exponer negativamente su imagen en Venezuela y en el resto de los países, haciendo fraude al empacar unas bolsitas de arroz para ganarse unos centavos extras.
Todo este misterio se despejó cuando la empresa Cargill, muy respetuosamente, dio a conocer -en un comunicado con detalles rotundos y contundentes-, que la planta que está siendo expropiada por la revolución bolivariana no viola la ley, y mucho menos los deseos del Presidente de la República. La gerencia de Cargill explicó que la planta procesadora que opera en Portuguesa, "fue diseñada exclusivamente para manufacturar arroz parboiled, el cual se produce en la planta desde hace siete años".
Y es ahora que Miraflores se entera y le entra un ataque de nervios, sin razón ni argumentos en contra. "Cargill produce arroz parboiled desde hace 13 años en Venezuela", aclaró la empresa, y con ello coloca otros problemas sobre la mesa.
En primer lugar ¿por qué no se investigó en Miraflores lo suficientemente antes de entrar en ese histerismo expropiador de empresas? Si las quiere expropiar, pues hable con los dueños y punto. Pero, como la gallina que pone un huevo, al Gobierno sólo le interesa el alboroto para hacer propaganda.
¿Qué va a pasar ahora con la planta de Cargill en Portuguesa si se completa la expropiación? ¿Producirá arroz popular como quiere el Gobierno? Si lo hace ocurrirá un verdadero milagro porque toda la tecnología instalada en esa procesadora no permite sino tratar arroz parboliled.
Y eso tiene una razón muy simple: hay un nicho de mercado para ese tipo de arroz que, como los lectores ya adivinaron, no constituye sino una ínfima parte del mercado arrocero nacional.
Hay que ser bien bruto, y no ir nunca a un abasto, para ignorar esta verdad.
Editorial
El Nacional
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