domingo, 12 de abril de 2009

El nieto de Ernesto Che Guevara critica al castrismo, que ha gestionado la sucesión "como una monarquía"


El nieto de Ernesto Che Guevara critica al castrismo, que ha gestionado la sucesión "como una monarquía", y asegura que el régimen cubano está condenado a cambiar. "Si no se produce la apertura económica controlada, el capitalismo cogerá a los cubanos desesperados y la isla puede convertirse en cualquier cosa"



Un cronista itinerante. Así se define Canek Sánchez Guevara: un joven escritor cubano que se presenta con el nombre de un rey maya y el apellido de una leyenda revolucionaria. Es hijo de Hilda Guevara Gadea, la primogénita de Ernesto Che Guevara, quien en los convulsos años 70 se enamoró de Alberto Sánchez Hernández, un escritor mexicano que en esa época se refugió en la Cuba revolucionaria.

Producto de esa relación nació en La Habana, en 1974, Canek, y a los pocos años partió con sus padres a un largo periplo por Italia, España y México. Con 12 años de edad regresó a su Cuba natal, donde vivió hasta 1996, cuando decidió salir de la isla empujado por la muerte de su madre y una profunda crisis económica, bautizada por el régimen castrista como el "período especial". Ahora, su residencia oficial está en un tranquilo pueblito cerca de Burdeos, al sur de Francia; pero confiesa que pasa más de la mitad del año viajando por el mundo, buscando historias, así como su abuelo hizo por América Latina en 1952. La diferencia es que Canek lo hace sin motocicleta y publica sus crónicas en la revista Milenio Semanal, de México.

La revolución que usa la imagen de su abuelo como un mito le impide volver a su patria, pero desde cualquier sitio no pierde detalle de la actualidad de la isla y observa, con más escepticismo que esperanza, el proceso de sucesión controlada del castrismo
. "A veces solemos juzgar la realidad desde nuestros deseos, y eso es un problema. Yo desearía ver cambios en Cuba, pero eso no está ocurriendo. En el imaginario colectivo del cubano, el cambio está asociado a la muerte de Fidel Castro. El sistema político de la isla se ha comportado como una monarquía, y Fidel se ha garantizado un control de la sucesión, y eso retrasa cualquier cambio".

-¿La muerte de Fidel Castro sigue siendo la condición indispensable para la apertura en Cuba?

-Sin ninguna duda. Fidel se ha garantizado la gestión de la sucesión a corto plazo, y por eso el sistema sigue sin cambiar. Sin embargo, hay señales de que el régimen, tal como lo conocemos, no es viable. Por eso Raúl ha insistido en institucionalizar la revolución, porque el cubano no es un régimen institucional, sino personal. Todo se construyó alrededor de Fidel, y Raúl sabe que para garantizar la supervivencia del modelo debe institucionalizarlo. En esa necesidad puede estar la clave de una apertura, y esa es la paradoja del castrismo: está condenado a cambiar para poder sobrevivir.

-¿Cambiar cómo? ¿Se puede esperar que Raúl acometa alguna transformación antes de que muera Fidel?

-Raúl es un desconocido, una figura de bajo perfil. Pero de lo poco que conocemos, sabemos que es un pragmático. Raúl ha convertido al Ejército en el estamento más sólido del poder cubano, que funciona como un negocio. Ese pragmatismo puede abrir la posibilidad de que se ejecuten algunas reformas económicas. De hecho, Raúl ha expresado la posibilidad de liberalizar un poco el mercado interno cubano, y el mercado de trabajo.

-Permitir la iniciativa privada en la economía debilitaría el sistema de control social del régimen cubano. ¿Raúl estaría dispuesto a que el Estado pierda ese poder?

-El proceso de nacionalización de la economía emprendido en Cuba en los años 60 derivó en una estatización de todo grande, mediano y pequeño negocio, y eso arruinó doblemente la economía del país. Por un lado, cerró las posibilidades creativas del individuo, y por otro, el Estado se convirtió en un aparato enorme que controlaba toda la dinámica económica. Se llegó al ridículo de estatizar, por ejemplo, pequeñas empresas de manufactura de calzado. Por eso, en Cuba las fuerzas productivas están absolutamente estancadas. En la isla todo está muy jodido. Desde hace años la gente no está pendiente de la ideología o la política, sino de sobrevivir. La participación política ya no es como antes, de compromiso ideológico, sino una mera herramienta para garantizar la supervivencia; y eso opera como un mecanismo de dominación social.

-¿El pueblo cubano, entonces, no está preparado para la apertura política?

-No es eso. Hay una ansiedad de transformación en Cuba, lo que pasa es que hay un elemento que complica mucho las cosas: Cuba sufre una profunda fractura social. La crisis de 1989 no fue sólo una crisis económica, sino una crisis de valores. Allí se derrumbó buena parte de la esperanza en la utopía comunista. La isla registra niveles de violencia urbana y social desconocidos. En el afán ridículo de la revolución castrista de erradicar la cultura burguesa, se fueron al carajo cosas tan elementales como pedir las cosas por favor, o dar las gracias. Con la crisis llegó también la decadencia del sistema educativo y sanitario, que habían sido los grandes logros de la revolución, y además se generó una crisis en la cultura laboral. El cubano percibe que trabaja mucho, pero no genera riqueza y, al final, nadie quiere trabajar, pues gana mucho más con tres bussines clandestinos con turistas.

-¿Pero la emergencia social no bajó desde que Venezuela envía asistencia energética a Cuba?

-El hecho de que el transporte público exista, o que la isla tenga electricidad, sin duda que afecta positivamente la dinámica social. Pero esa ayuda ni se acerca a la gran palanca de asistencia que brindó la URSS durante la Guerra Fría. Cuando yo era niño, en los años 80, se respiraba un relativo clima de tranquilidad en la isla, y las calles eran de los chicos; hoy eso es muy distinto. Esta semana hablé con un amigo de la infancia, que salió de Cuba hace pocos meses, y me dice que en La Habana hay niños armados que te matan para robarte 10 dólares. Estos graves problemas sociales configuran un panorama que genera dudas. Pero, a pesar de todo, hay señales de que es posible una transición exitosa.

-Algunos señalan el peligro de un estallido consumista, si se liberan el comercio interno y el mercado laboral.

-Si no has visto a un cubano suelto en una tienda de chinos en cualquier ciudad del mundo, no has visto todavía a un consumista de verdad. La sociedad cubana vive en un modelo de racionamiento total, que generó una cultura del acaparamiento personal: hay que comprar todo lo que puedas, porque no sabes cuándo puedas volver a verlo. Sin embargo, los cubanos que salen de la isla no tardan mucho en adaptarse perfectamente a trabajar en sociedades con una economía liberal. Pasaría lo mismo en Cuba, si el trabajo en la isla significara riqueza.

-El ex canciller de México Jorge Castañeda planteó que la salida de Felipe Pérez Roque y Carlos Lage del Gobierno cubano se debió al desmantelamiento de una conspiración contra Raúl orquestada por Hugo Chávez, para evitar un acercamiento de Cuba con Estados Unidos. ¿Tiene eso algún sentido?

-Desconozco las dinámicas del poder cubano. Desde fuera, la caída de Lage y Pérez Roque parece que es una maniobra natural de Raúl para crear un equipo propio. Pero eso no implica que lo que dice Castañeda no tenga su lógica. El amigo de Chávez en Cuba es Fidel, no Raúl. El nexo filial de Chávez sólo existe con el patriarca Fidel; y en esa relación no cabe Raúl. Además, de Fidel pueden decirse muchas cosas, pero nadie puede afirmar que haya sido comunista. En el poder cubano, el comunista siempre fue Raúl, y para un hombre como él, ese discurso ditirámbico de Chávez debe sonarle muy mal.

-El presidente Chávez desmiente cada vez que puede los choques con Raúl. Dice que cada día se está cultivando "una amistad muy grande"

-Hugo Chávez es un personaje muy extraño. Es una mezcla de caudillo latinoamericano, peronista y guerrillero en tiempos de paz. Utiliza todas las instituciones de la democracia para aniquilar principios fundamentales de la propia democracia. Es un personaje difícil de encasillar, pero a final de cuentas queda claro que es un pobre rico. La alianza entre Cuba y Venezuela es, para La Habana, económica, y para Caracas, política.

Fidel necesitaba el petróleo pero Chávez no necesitaba los médicos y los entrenadores deportivos cubanos. El verdadero pago que buscaba Chávez era la legitimidad política de Fidel.

Por eso, con Raúl, esa alianza entre Cuba y Venezuela es insostenible a mediano plazo. No tardarán mucho en chocar los intereses políticos. Por ejemplo, Raúl ha actuado con pragmatismo y asume ahora una posición conciliadora frente a Estados Unidos, y lo que menos le interesa es un bocón como Chávez gritando.

-Desde Washington hay señales que apuntan a un desmantelamiento progresivo del embargo. ¿Será eso un acelerador de los cambios?

-Eso empujará al modelo cubano a su paradoja: si los Castro quieren que no se derrumbe el sistema, deben abrirse. La liberalización del mercado laboral es la clave de la transformación. Cuando los cubanos puedan tener en sus manos los medios de producción, generar riqueza con su trabajo y asociarse libremente para armar sindicatos independientes, cambiará toda la dinámica de la isla. De hecho, esa es la única manera en la que Cuba pueda afrontar con éxito la invasión del gran capital, que hace lobby para tumbar el embargo y caer sobre la isla con las garras afiladas. Si no se produce la apertura económica controlada, el capitalismo cogerá a los cubanos desesperados, barrerá con el castrismo y la isla puede convertirse en cualquier cosa.


El Nacional

http://el-nacional.com/www/site/p_contenido.php?q=nodo/76704/Internacional/Canek-S%C3%A1nchez-Guevara:-Cuba-sufre-una-profunda-fractura-social

1 comentario:

Unknown dijo...

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