Fetramagisterio rechazó "imposición" de asesores cubanos en aulas de clases

Caracas.- Nelson González, presidente de Fetramagisterio, desconoció los asesores educativos cubanos que el gobierno implementará en las aulas de clase.

"Eso no es más que funcionarios de inteligencia cubana, funcionarios del G2, vienen en una fase de ideologización intensiva, en principio hacia los educadores y en segundo lugar para transmitirle a la juventud venezolana y a la población venezolano un proyecto educativo que no es el que está en la Constitución".

González aseguró que en el país está en juego la libertad, el pluralismo, la pluralidad y el libre pensamiento. "Quienes vienen como asesores vienen a imponernos un pensamiento único, a imponernos a un sistema de autoritarismo y de verticalismo en el país".

Rechazaron que el ministerio de Educación "renuncie al estado docente".

"Rechazamos, Fetramagisterio, la imposición de esa figura y llamamos a los padres y representantes, a la juventud venezolana, a nuestros afiliados a desconocer cualquier lineamiento que en materia educativa impartan esos funcionarios policiales que vienen a apoderarse de las zona educativas".

Cree que se ha llegado "al colmo" en el ministerio de Educación al tratar de imponer esa figura educativa.

Carolina Contreras A.
EL UNIVERSAL

Chávez: consejero de la farsa


El presidente insiste en convertirse en el monopolista de la información así como el pedagogo por excelencia. Pero ¿cuál es la horma de esa enseñanza? Está convencido que puede separar la educación tradicional de nuestro sistema de valores e imponer uno nuevo a su semejanza. Los dispositivos primordiales de "Chávez productions" están orientados a vender iconografías adulteradas. Para ello se dispone de una inmensa red de comunicación, sobre todo, de televisión, así como de abundante material impreso. Chávez, mayor potentado del país, administrador del erario público, no ha podido justificar el destino de más de 800.000 millones de dólares ingresados durante su gestión. Sin embargo, no cesa de resaltar la eficacia administrativa de su equipo gubernativo.
Alguien le ha dicho, con razón, que el entretenimiento es educación y la educación ideología. De allí su afán por apoderarse de todo el espectro comunicacional. Como aún no lo ha logrado se dedica en sus frecuentísimas apariciones por la red nacional de radio y TV a suministrar compendios de cómo hay que vestir, comer, rezar, andar, y, lo más grave, pensar. En otras palabras, un retorcido plan de adoctrinamiento. Busca influir sobre las mentes difusas para diseminar un proyecto con particulares descerrajas ajenas a nuestra cultura.

Se gastan grandes sumas de dinero en videos, libros de historias, cines, cuentos y discos, sobre todo en escenarios suburbanos, tratando de insinuar que en el país por él gobernado no existen conflictos sociales. Que la violencia palpable es generada por los medios privados. Que los delincuentes que ocasionalmente actúan de ningún modo lo hacen en razón de alguna división social significativa. "Venezuela es un lugar feliz en el que la clase media y trabajadora disfruta lo mejor del mundo: equidad y justicia". En otras palabras: "el mar de la felicidad".

La técnica no es nueva. Los regímenes autocráticos más feroces han echado mano a falsedades similares. Por ejemplo, la propaganda nazi se centró en declarar que los judíos eran la fuente de los problemas económicos de Alemania cuando en realidad era todo lo contrario. Ellos eran los progresistas. La película "El triunfo de la voluntad" es conocida como uno de los ejemplos más atroces de propaganda de la historia del cine. En el film se resalta a Hitler como el nuevo mesías que devolvería la gloria a Alemania. De allí que el creador de esta técnica, Joseph Goebbles, ministro de propaganda nazi, era ponderado como un funcionario medular del lúgubre gabinete.

Volviendo a nuestro país. Cada vez que es posible, Chávez transmite sus mensajes "educativos", premeditadamente o no (eso no importa), en escenarios naturales, mostrando en la pantalla, preferentemente, la combinación mágica de niños, animales y naturaleza. La intención es esquivar la degradante realidad social. Como sucede en las comedias cinematográficas, se muestra un mundo pleno de consumidores satisfechos en el que no existen conflictos cotidianos.

Todo se intenta mediante la enorme y costosísima publicidad que hace posible un increíble virtuosismo técnico en el campo de la fotografía, el armado y la construcción; e insistencia en buscar verisimilitud de los detalles del escenario en que se presenta. Por ejemplo, cuando se transmite desde una finca confiscada, que estaba en plena producción y ahora arruinada, la escena es complementada con ganado transportado de otros lugares y con un sembradío sobrepuesto para forjar un paisaje "radiante". Como si fuera poco, aparece "el gran educador" ataviado para la ocasión haciendo alarde de sus enormes conocimientos en materia rural e instruyendo sobre los métodos para lograr éxitos similares al teatro falsario que exhibe.

Lo mismo hace este "educador" cuando aparece en alguna escuela pública previamente pulida, con pupitres impecables, niños rozagantes debidamente alimentados y maestras suficientemente ilustradas. La propaganda se transmite de todos modos a sabiendas de la ruina que padece el resto de los centros educativos que lo circundan. Contexto similar se pone sobreaviso cuando visita algún centro de salud adelantadamente acicalado. Médicos impecables, equipos hospitalarios del primer mundo, enfermeras sonreídas y, lo más irónico, pacientes felices. ¡Ah!, pero poco importa la ruina del resto de hospitales en los que los pacientes fallecen y en los que ni algodón hay.

Está en marcha una inhumana estrategia, propia de los regímenes comunistas, orientada a pauperizar la calidad de la población para poder manipular todo; hasta las miserias más recónditas. Sin embargo, ningún asesor le ha dicho al presidente que ese modelo tiene serias dificultades para encajar en nuestra cultura. La estrofa prosaica que cultiva a diario, por violenta y de aciaga utopía, corre el enorme riesgo de arruinar la esperanza, sobre todo, de los más necesitados. Es un juego de doble cara muy resbaladizo pues más temprano que tarde hará crisis con consecuencias lamentables.


Miguel Bahachille
El Universal