lunes, 4 de agosto de 2008

Hugo Chávez Frías lleva una década al frente de Venezuela, tratando de instalarse a perpetuidad en el poder.


El diputado y portavoz de Exteriores del PP español, Gustavo de Arístegui, afirma, en un artículo que publicó el pasado sábado El Mundo de Madrid, que la “nacionalización del Venezuela tendrá graves consecuencias para la economía venezolana”.

Este es su imperdible artículo:

Hugo Chávez Frías lleva una década al frente de Venezuela, tratando de instalarse a perpetuidad en el poder. Su revolución bolivariana y su socialismo del siglo XXI son instrumentos al servicio de un proyecto claramente autocrático, en el que los intereses y los problemas de su ciudadanía poco o nada importan al máximo líder del país.

El oficialismo, como allí lo llaman, está cambiando, y no sólo como consecuencia de los escandalosos poderes que el presidente se quería atribuir con las 69 reformas constitucionales que resultaron derrotadas en el referendo del 2 de diciembre de 2007, sino también por el intento de fusionar todos los heterogéneos sectores que apoyan a Chávez en un partido único -el PSUV-, presidido por la estrafalaria ideología del socialismo del siglo XXI que diseñara el libio Haiman El-Trudi. Otra de las características del proyecto chavista es su expansionismo y su intervencionismo en el exterior, especialmente en el resto de Latinoamérica, unas veces consiguiendo que sus aliados fuesen elegidos -Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador o Daniel Ortega en Nicaragua-, y otras fracasando estrepitosamente, como fue el caso de la derrota de Ollanta Humala en Perú. Para Chávez, hoy Venezuela es más el medio y el instrumento de su revolución que propiamente el fin de la misma.

De la ideología de Chávez no puede caber duda: es una extraña mezcla de caudillismo populista y extrema izquierda que desemboca en su proyecto revolucionario, permitiendo ciertas manifestaciones del capitalismo, siempre que le sean afines. Ello ha favorecido la emergencia de una clase de nuevos ricos, amamantados por las ubres del régimen, que The Economist bautizó con mucho acierto de «boligarcas» (de la fusión de los vocablos bolivariano y oligarca). Sirve como ejemplo muy descriptivo una carta que Chávez envió a Castro el pasado 26 de julio, que encabezaba de su puño y letra con un muy significativo: «Querido Padre Fidel» (sic). El resto es un rosario interminable de arengas revolucionarias y de improperios contra Estados Unidos y el imperialismo, tantas veces usado como argumento central por todos los radicales y extremistas del planeta. La carta merece la pena leerla en la siguiente dirección de internet: http://media.noticias24.com/0807/mensaje-chavez-26-julio_Page_1.jpg. No tiene desperdicio, se lo aseguro.

Chávez se ha convertido en uno de los principales héroes de la izquierda radical, de los antiglobalización y de los antisistema, y tiene excelentes relaciones con islamistas radicales -existen oficinas de Hamas y Hizbulá en Caracas-, así como con el presidente iraní, con quien le unen lazos fraternales. Y tampoco conviene olvidar su estrecha amistad con el dictador bielorruso Lukashenko. En fin, lo mejor de cada familia. Es, en definitiva, uno de los ejes fundamentales de la alianza antioccidental y antisistema.

Para entender qué es el populismo, detallo a continuación algunas condiciones y características que suelen darse combinadas, para que arraigue con fuerza en algunos países:

1º. Que existan amplios sectores de la población viviendo bajo el umbral de la pobreza, y que en un porcentaje importante sea pobreza extrema. Y, además, que el Estado no haya tomado medida alguna para paliar su situación, que haya demostrado su ineficacia, o incumplido sus promesas con los más desfavorecidos.

2º. Que haya fortísimas desigualdades entre ricos y pobres, y que los sistemas de solidaridad, asistencia y atención social sean inexistentes o ineficaces.

3º. Que la elite económica del país esté poco o nada comprometida con su país y con los problemas de los más desfavorecidos.

4º. Ausencia de políticas sociales dignas de tal nombre, además de ausencia total de políticas racionales de distribución de la renta.

5º. Existencia de amplios sectores de la población, identificables, que hayan sufrido la opresión y la injusticia durante siglos o, por lo menos, décadas, y que exista una cierta conciencia colectiva de esa opresión. Este es el caso claro de las comunidades indígenas de Latinoamérica.

6º. Debilidad institucional, sistema cuestionado, legitimidad atacada como consecuencia de errores de pasados gobiernos, ineficacia, corrupción, pacto de turnos en el poder, incapacidad para regenerar la sociedad y el sistema o impotencia ante los graves problemas de sus sociedades.

7º. Evidencia, o como poco sospecha, de la dilapidación y abuso de las riquezas (normalmente naturales) de esos países, percibido como un robo masivo de las elites y de la clase política.

8º. Historia política convulsa, tradición de inestabilidad política, social y económica, además de crisis recurrentes en estos tres terrenos, con grave impacto en la población.

No es preciso que se den todas estas condiciones para que el populismo pueda arraigar, basta con que se den algunas. Y estas realidades son hábilmente explotadas por populistas e indigenistas radicales para consolidar su influencia en sus sociedades, y allanar su camino al poder, en el que, una vez establecidos, intentan perpetuarse. Lo más triste de todo es que los populistas se aprovechan del sufrimiento, de la esperanza y del hartazgo de los oprimidos y de los pobres para, cabalgando sobre sus ansias de cambio, mejora de vida y justicia, encaminarse hacia el poder absoluto, sin importarles para nada los problemas reales y acuciantes de los pueblos que dicen representar.

Todo lo anterior ayuda a comprender mejor cómo es posible que Chávez haya anunciado este jueves la nacionalización del Banco de Venezuela -perteneciente al Grupo Banco Santander-, apenas seis días después de haber visitado España y de haber sellado una aparente reconciliación con el Rey y el Gobierno, tras el incidente diplomático de la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile el pasado 10 de noviembre. Estamos ante una muestra más del populismo radical y ciertamente estrafalario que Chávez y sus aliados ponen en práctica. La nacionalización del Banco de Venezuela es especialmente significativa, es demagógica, carece de fundamentos económicos y es un acto de venganza contra España en su conjunto, cosa que, por otra parte, anunció el propio Chávez a su vuelta de la Cumbre Iberoamericana de Chile.

No hay que olvidar la convulsa historia financiera de Venezuela, destacando especialmente las quiebras fraudulentas del Banco Unión, controlado por la familia Salvatierra, o el caso todavía más sangrante, y que seguramente supuso una de las mayores estafas financieras de América Latina: la quiebra y desaparición del Banco Nacional de Descuento de González Gorrondona. La presencia de BBVA con el Banco Provincial, y del Santander con el Banco de Venezuela, dio estabilidad, credibilidad y solidez al sistema bancario y financiero venezolano, convirtiéndose en verdaderos pilares esenciales de su economía.

Con esta medida, Chávez buscaba otro golpe de efecto, nuevos titulares, más polémica. El populismo y su estilo de gobierno requieren del histrionismo y, como veremos más adelante, se produce un fenómeno de acostumbramiento a la extravagancia, por lo que el populista no tiene más remedio que acudir al esperpento histriónico, cada vez más disparatado, para mantener la tensión y la atención de la opinión pública.

La nacionalización del Banco de Venezuela tendrá graves consecuencias para la economía venezolana, que ya se tiene que financiar a precios muy por encima de los de mercado. La credibilidad de su economía y de su sistema financiero se verán gravemente afectados y, en consecuencia, la inversión extranjera se tentará mucho la ropa antes de entrar en un país que carece de seguridad jurídica. Las ocurrencias del populismo las va a tener que pagar, lamentablemente, el pueblo venezolano.

Y a todo esto hay que preguntarse seriamente: ¿Cómo queda el Gobierno socialista de España, que trató de forzar una reconciliación totalmente a contrapelo con la reciente visita a nuestro país? Las políticas de laxitud y entreguismo frente al populismo chavista han propiciado éste y otros graves atropellos a los intereses de España. Nuestro Gobierno debe exigir explicaciones al de Venezuela y, lo que es más importante, darlas en sede parlamentaria a la mayor brevedad.

http://www.noticias24.com/actualidad/?p=16465











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