lunes, 25 de agosto de 2008

El empresario y el comunismo


La meta de Chávez es destruir radicalmente el capitalismo para soñar con otra sociedad utópica

Ahora que Chávez -con el paquetazo de leyes- inicia el "asalto final" para imponer el modelo atávico de sociedad que tiene en su cabeza: el comunismo; ahora que estamos llegando al llegadero, porque el comandante supremo intenta por la fuerza lo que constitucionalmente le fue negado el 2D; ahora que se avecinan para Venezuela tensiones extremas y decisiones dramáticas -que ojalá no resulten trágicas- ahora& ¡cada uno de los hombres y mujeres que dirigen o lideran el país tendrá una fugaz oportunidad para evaluarse como ente moral!

Porque todas esas preguntas cruciales, pero complejas y abstrusas: ¿Qué somos? ¿Qué significa ser humano? ¿Cuál es el sentido de la vida?; todas ellas se vuelven sencillas e inteligibles en los momentos decisivos que definen el futuro de una persona& o un país. ¡La filosofía no se ocupa de estos problemas prácticos, concretos y existenciales; su tarea es verterlos en conceptos teóricos y abstractos!

El sector social que confrontará, en primer plano, el impacto demoledor de esos eventos cruciales que se avecinan es, por supuesto, el de los políticos. No es a ellos a quienes va dirigido este artículo, pero dicho sea de paso: ¡Que Dios los ayude! Ojalá logren superar esa mentalidad reacia que no acaba de asumir la magnitud y la profundidad con la que Chávez está destruyendo a Venezuela& y en consecuencia, el nivel de renuncia ¡o de negociación! que se espera de ellos.

El empresariado, por su lado, aunque no esté directamente involucrado en la batalla electoral, es el objetivo de fondo de la estrategia destructora de Chávez. Porque, aunque él todavía no lo sepa, su revolución, además de comunista ¡es marxista! En el más estricto sentido de esta palabra: la necesidad de demoler las bases últimas sobre las que se constituye la burguesía. No se trata sólo de destruir al capitalismo; se trata de remover el piso más profundo sobre el que se erige lo humano: la libertad y la conciencia individual ¡la esencia de la modernidad burguesa! la posibilidad de fundar al hombre (y a la mujer) sobre su propia dimensión moral. Esa es la meta de Chávez, exactamente la misma de Marx: la destrucción radical de la sociedad de mercado, para soñar con otra, más que utópica, ¡absolutamente ilusa!

Dentro de poco, ante la amenaza brutal del comunismo, los empresarios venezolanos van a tener ese fugaz chance -¡práctico, concreto y existencial!- de responderse a sí mismos las preguntas abstractas que la filosofía occidental en casi tres milenios no ha podido responder: ¿Qué es lo humano? ¿Cuán consistente es mi espíritu? ¿Cuál es el sentido, no de la vida moral en general -un concepto abstracto y vacío- sino de mí vida ética en particular? ¿Cuál es el objetivo de esta existencia mía, radicalmente individual, que los conceptos abstractos no rozan siquiera? Preguntas que ninguna teoría puede responder y que sólo cobrarán sentido en la práctica; cuando Chávez concrete el zarpazo final para destruir todo lo que alguna vez fuimos o quisimos.

Nuestros empresarios van a tener la oportunidad de practicar, no el "conócete a ti mismo" -teórico, vacío e irrealizable- sino el "siéntete, intúyete, vívete ¡y hazte! a ti mismo". No el animal racional, que nos acerca a los monos, sino la Imagen y semejanza de Dios que nos permite salir de la individualidad absoluta para amar al prójimo. ¡No la responsabilidad social de la Firma que tranquiliza las conciencias y hace más llevadera la riqueza, sino la responsabilidad moral, la posibilidad de convertir a las empresas en Centros de Desarrollo Espiritual!

Emeterio Gómez
El Universal

http://opinion.eluniversal.com/2008/08/24/opi_art_el-empresario-y-el-c_1007945.shtml


Venceréis mas no convenceréis

El 12 de octubre de 1936, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, se celebraba el Día de la Raza. El general José Millán Astray llegó escoltado por sus legionarios. Varios oradores soltaron los consabidos tópicos acerca de la "anti-España". Un indignado Miguel Unamuno, rector de esa universidad, se puso de pie y pronunció un apasionado discurso. "Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero, no, la nuestra es sólo una guerra incivil [...] Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión [...] Se ha hablado también de catalanes y vascos, llamándolos anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir otro tanto…" En ese punto, Millán Astray empezó a gritar: "¿Puedo hablar?" "¿Puedo hablar?" Alguien del público gritó: "¡Viva la muerte!" "¡Viva España!". Se produjo un silencio mortal y unas miradas angustiadas se volvieron hacia Unamuno.

"Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de "¡Viva la muerte!". Esto me suena lo mismo que "¡Muera la vida!". "El general Millán quisiera crear una España nueva, según su propia imagen. Y por ello desearía una España mutilada". Furioso, el general Millán gritó: "¡Muera la inteligencia!". Unamuno no se amilanó y concluyó: "¡Éste es el templo de la inteligencia! ¡Y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido un profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España". Los venezolanos debemos entender que ese terrible diálogo entre inteligencia y fuerza se repite permanentemente en la historia. Es el diálogo entre Vargas y Carujo. "¡Viva el hombre valiente!". "¡No, viva el hombre justo!". Es el mismo enfrentamiento que hoy vivimos los ciudadanos demócratas de este país en contra de la barbarie que nos gobierna.

El coronel Ramón Carrizález, ante la crítica que con toda razón amplios sectores de la opinión han hecho a los arbitrarios e inconstitucionales decretos leyes de Hugo Chávez, ha perdido la ecuanimidad y ha empezado a ofender a quienes argumentan en su contra. Así lo ha hecho con los oficiales retirados que han criticado varios de los artículos de la Ley Orgánica de la Fuerza Armada. Se le ha ocurrido decir: "Esas son las viudas que viven llorando. Ellos permitieron que la amante de un Presidente se uniformara de general. Ello añoran esas fuerzas armadas que no existen ya". Ciertamente, los venezolanos añoran a las fuerzas armadas institucionales que durante más ochenta años se fueron formando para servir a la nación y no a un caudillo ni a un grupo político. Esas fuerzas armadas, que subordinadas al poder civil, recibían la consideración y el respeto de los ciudadanos. Esas fuerzas armadas que supieron cumplir con su deber militar al no permitir que se firmara la Hipótesis de Caraballeda y que con eficiencia se movilizaron hacia la frontera colombiana en medio de la crisis de la corbeta Caldas.

Son muy diferentes esas fuerzas armadas a las actuales. En nuestros tiempos nadie se hubiera atrevido a gritar en un desfile militar ni en un cuartel: "¡Patria, socialismo o muerte!" ni cualquier otro slogan político. Nos hubiese dado vergüenza. Tampoco habríamos desfilado utilizando la simbología de un partido político, ni nos habríamos movilizado hacia la frontera recibiendo órdenes a través de los medios de comunicación. No es casualidad que el eslogan que utiliza como simbología la muerte se parezca tanto al grito del general José Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. Si viviese Miguel de Unamuno, no dudo que les diría a los chavistas el mismo discurso que pronunció ese trágico día: podrán imponer los decretos leyes porque tienen sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir, y para persuadir se necesita tener algo que os falta: razón y derecho en la lucha. No importa que se dicten sentencias y más sentencias del Tribunal Supremo de Justicia y se realicen distintas actuaciones de las demás instituciones del Estado. La única verdad es que los decretos leyes son inconstitucionales. Ni la propaganda, ni la fuerza, ni el servilismo podrán modificar esa realidad.

Fernando Ochoa Antich
El Universal

http://opinion.eluniversal.com/2008/08/24/opi_art_vencereis-mas-no-con_24A1934721.shtml














1 comentario:

Luis Petit dijo...

Gracias por el premio, disculpa que te agradezco tarde pero es que estado un poco ocupado y no he tenido tiempo ni para postear,

Saludos