sábado, 9 de febrero de 2008

Chavez: ignorante, demagogo y oportunista


Hugo Chávez creó hace pocos días una comisión de alto nivel que deberá decidir si el Libertador Simón Bolívar murió asesinado o por causas naturales. La comisión, integrada por científicos, economistas, militares, historiadores y abogados, obedece a un abrupto impulso personal del presidente venezolano. El pasado 17 de diciembre, al conmemorar 177 años del fallecimiento del padre de la patria, se le ocurrió a Chávez la peregrina tesis de que éste quizás había muerto víctima de un envenenamiento que “la oligarquía caraqueña y bogotana” logró ocultar durante casi dos siglos. El delirio lo indujo a plantear que su asesino pudo haber sido Francisco de Paula Santander, por quien profesa patológico odio.

El antojo presidencial se materializó en este comité variopinto que exhumará los restos del héroe y opinará si tiene razón Chávez, que nunca fue historiador pero anhela pasar a la historia.
Confiamos en que la comisión sea lo suficientemente seria como para demoler tan insólita hipótesis, ya calificada por versados profesores como “exabrupto” y “salida en falso”. Es un exabrupto y una salida en falso. Pero ni siquiera eso garantiza que Chávez se abstenga de elevarla a mito nacional, así que conviene revisar someramente el esperpento a la luz de los anales bolivarianos para que el posible engaño no atraviese fronteras.

Bolívar abandonó para siempre Santafé, donde habría sufrido el supuesto envenenamiento, el 8 de mayo de 1830 y murió en Santa Marta el 17 de diciembre. Si la toxicología hubiera estado tan avanzada entonces como para mimetizar un veneno durante siete meses sin restarle eficacia, seguramente también lo habría estado la medicina para detectarlo. Pero ninguno de los varios facultativos que examinaron a Bolívar durante la última y triste etapa de su vida sugieren una causa de deceso que no fuese absolutamente natural. En los 177 años siguientes, con rarísimas y absurdas excepciones, no hay un solo científico o historiador de prestigio, incluso venezolano, que haya mencionado la posibilidad de un asesinato. Todos concuerdan en que una tuberculosis acabó con la vida del Libertador.

¿Qué dijeron entonces los médicos? Tanto los que lo vieron en Bogotá como los que lo atendieron cuando llegó a la costa, gravemente enfermo -Hércules Gastelbondo en Soledad y el médico naval norteamericano M. Night-, señalan que padecía una vieja enfermedad pulmonar. Gabriel García Márquez, quizás el escritor que más ha investigado la última etapa de Bolívar, señala que “había empezado a morir desde hacía años” (El general en su laberinto). A la misma conclusión llegó en Santa Marta el médico francés Alejandro Próspero Reverend tras asistir a Bolívar en su agonía y practicar su autopsia: “Según este examen, es fácil reconocer que la enfermedad de que ha muerto S. E. El Libertador era en principio un catarro pulmonar que, habiendo sido descuidado, pasó al estado crónico y consecutivamente degeneró en tisis tuberculosa”. En 1985, el doctor Santiago Perdomo Escobar, tras examinar la biografía y los documentos médicos sobre el caso, concluyó: “Hoy, a la luz de la ciencia del siglo XXI, se plantea que Bolívar murió de una tuberculosis y ella era crónica”.

La hipótesis contraria nace de una ocurrencia de Chávez. El único argumento que propone es que “Bolívar tenía planes y actividades que no se compaginan con los de un enfermo terminal“. No es verdad. Quien examine el exhaustivo seguimiento cotidiano del prócer que realizaron Fabio Puyo y Eugenio Gutiérrez Cely (Bolívar día a día) comprobará que el Libertador se sentía gravemente enfermo y derrotado, tanto física como moralmente; que pocas y fugaces ráfagas de optimismo soplaron en su postración melancólica; que se sorprendió un tanto cuando el médico le informó que le quedaban pocos días de vida, pero asumió de inmediato la inminencia de su muerte; y que los “grandes planes” no eran más que esporádicos espejismos de viajes relacionados, casi todos, con la necesidad de recuperar su lamentable estado físico.

Si alguna mano ayudó a morir a Bolívar, fue la suya propia, pues se caracterizó siempre por ser enfermo díscolo. Tomaba leche de burra, que le hacía daño; según su biógrafo Salvador de Madariaga, mandaba cerrar las ventanas que abría el doctor Reverend; huía de los médicos y realizó un viaje por mar de Barranquilla a Santa Marta, que casi lo liquida. El propio Bolívar confesó su “repugnancia a las medicinas” y su renuencia a tomarlas.

La tesis de que el Libertador fue envenenado por Santander es, pues, producto de la ignorancia, el oportunismo y la demagogia.

Ya que Chávez se interesa por la agonía del gran hombre, haría bien en repasar la carta que Bolívar envía al general Juan José Flores desde Barranquilla, cien días antes de fallecer. Allí expone sus pesimistas conclusiones sobre La Gran Colombia: “El que sirve una revolución ara en el mar”, dice, y agrega: “Este país caerá indefectiblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles de todos colores y razas“. Un visionario…

El mandatario venezolano -a quien en casi nueve años de gobierno solo se le ocurrió la idea peregrina del ‘asesinato’ de Bolívar luego de la crisis con su colega colombiano- haría bien en leer su obra completa.

El Tiempo.Bogotá, Colombia

http://www.eltiempo.com/opinion/editorial/2008-02-09/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3951789.html

1 comentario:

airwolf97 dijo...

Los régimenes comunístas siempre necesitan un heroe ,para afianzarse,ya sea un verdadero héroe como el caso de Simón Bolivar,o uno de feria artesanal como el repugnante Ernesto Guevara de la Serna ,alias el Che,o el Chancho.

Saludos