Parece que la providencia quiere que no nos libremos de Chávez sin haber asimilado la lección que la historia se empeña en darnos y que nosotros tercamente nos negamos a aprender.
Para derrotar a este gobierno, necesitamos derrotarnos a nosotros mismos, a las pulsiones que hemos arrastrado durante siglos.
Kaváfis, en su poema 'Itaca', dice que no hay que temer a los monstruos, los Cíclopes y mucho menos al fiero Poseidón, porque nunca hallarás a tales seres en tu camino, a menos que en tu alma los lleves dentro, a menos que tu alma los ponga delante de ti.
Nuestra alma colectiva nos ha puesto delante de un espejo para que veamos, si tenemos la suficiente fuerza espiritual para hacerlo, todos nuestros horrores: autoritarismo, demagogia, desapego a las leyes y muchas otras calamidades; por nuestro empeño de sacar un clavo con otro clavo, nos hemos crucificado en nuestras miserias.
Se requiere de una fuerza espiritual extraordinaria, casi mística, para salir de éste laberinto, de ésta absurda expresión de lo que somos.
Chávez no es el “otro”, sino un nosotros llevado a radicales extremos.
¿Cuando se va? Es la pregunta incesante de la gente.
Se irá cuando se vaya de nuestra alma, cuando tomemos la decisión de que desaparezca, que sólo puede producirse desde la certidumbre de una intimidad convertida en sentimiento colectivo.
Se irá desde la sensatez, desde la razón, o se quedará para siempre con rostros y con nombres distintos.
No es, como ven, poca cosa lo que está en juego: se trata de construir entre todos el cuento de lo que queremos ser y, sobre todo de creérnoslo.
Por eso la lucha es afuera y es adentro, para domar nuestros monstruos, para hacerlos desaparecer del mundo exterminándolos en nuestro propio espíritu.
No queda mucho tiempo, y los abismos contrariamente a lo que a primera vista se cree, pueden ser infinitos.
-Anonimo-
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ÍTACA.
Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Poseidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.
Konstantino Kaváfis
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