El mítico perfil revolucionario surge glorioso desde lo más profundo del proceso
No hace falta reformar el sistema educativo venezolano para crear las bases genéticas del hombre nuevo. En casi nueve años de revolución hemos tenido tiempo suficiente para verlo nacer, crecer, multiplicarse y, con el favor del Olimpo, no morirá jamás. Será eterno y continuo.
El hombre nuevo, digno revolucionario, solidario, humanitario, integral, colectivista, antiimperialista, comunista, antiglobalizador, antimaterialista y científicamente puro, fluye por decenas después de cada maratón televisivo dominical. No hay alma que pueda resistir un bombardeo ideológico de tamañas proporciones. No hay espíritu que aguante tal desborde de pedagogía revolucionaria. No existe el mortal que siga siendo el mismo después de las siete horas de tratamiento intensivo. Y si el jarabe de lengua incluye citas y palabrejas del mejor dictador del mundo, el prócer Fidel Castro, menos. Entréguese. No se resista.
Pero tenemos un problema. La clase magistral de los domingos ha colmado al país de hombres nuevos. Es difícil reconocerlos, es muy complicado identificarlos. Es que son tantos.
Vale la pena, entonces, reforzar algunas características fundamentales para precisarlos y, si es posible, imitarlos, seguir sus rumbos.
El hombre nuevo anda por ahí en grupo. Nunca solos. Se visten de rojo, hablan de mi comandante, aplauden la más mínima bolsería del líder, celebran todas las payasadas y groserías del jefe indiscutible, convierten en verdades todas las mentiras del señor. Cuando no están en el circo televisivo se visten con lo mejor y más caro. Beben desde whisky 18 años en los sitios más costosos hasta caña blanca en plena avenida Urdaneta, todo según el nivel que ocupe el combatiente en las escalinatas del proceso. Crean cooperativas para hacer negocios con el gobierno. Le ganan plata a todo proyecto revolucionario. Desde un gallinero vertical hasta un viaje para un mitin en Caracas es bueno para meterle mano al sucio billete capitalista. Compran camionetotas y apartamentos de contado. Se compran aviones y acciones de clubes de contado. Compran de todo y de contado. Hacen real hasta con los ranchos que van a demoler. Dejan maletas repletas de dólares por ahí, así nomás. Estafan hasta con los verdes racionados de Cadivi. Compran barato y le venden carísimo al gobierno. Firman contratos, cobran completo y no cumplen. No pelan un paseo a Orlando, Miami o Nueva York. Tienen a los chamos en los colegios privados que tanto cuestionan. Cuando su humanidad reclama latonería y pintura van a las clínicas privadas que tanto odian. Tarifan comisiones y favores. Son jalamecates de categoría 5, tipo huracán. Le restriegan a todo mortal el poder recibido por arrodillamiento y arrastre ante el líder indiscutible, "mi amigo".
El hombre nuevo es peor que el hombre viejo. Favor no confundir.
Elides J. Rojas L.www.eluniversal.com
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