domingo, 17 de mayo de 2009

"El hampa clausuró Hospital de Lídice"


Un tiroteo y diez policías heridos obligó a los médicos a huir del lugar


La primera prueba a que fueron sometidos los planes de las tres mesas de seguridad que realizaron la pasada semana en el Hospital General Dr. Jesús Yerena de Lídice concluyó con diez policías heridos, una mototocicleta policial incendiada, doce médicos asaltados y el cierre indefinido del centro asistencial.

Con vendajes, en lugar de cadenas y candados, fueron cerradas las puertas del hospital.

A las tres de la madrugada del sábado llegó un malogrado paciente acompañado por otros 17 sujetos quienes exigieron a los nueve médicos de guardia en la emergencia de adultos "que no lo dejaran morir porque sus vidas corrían peligro". El único agente de la PM que se encontraba de guardia intentó mediar, pero recibió una golpiza y lo obligaron a huir mientras que los galenos se ocultaban en distintas dependencias.

Durante la confusión, los delincuentes aprovecharon que el uniformado había dejada abandonada su moto, para incendiarla. Minutos después llegaron refuerzos de la División Motorizada y Orden Público a bordo de vehículos blindados tipo ballena. Sin embargo, las ráfagas de disparos alertaron a los médicos que se encontraban de guardia en otras dependencias quienes en masa decidieron marcharse junto a los pacientes y algunos familiares.

"Esa pobre gente corría por ahí, pero en la oscuridad fueron robados. Les quitaron los relojitos y lo único que se les veía eran las batolas: ahora a mi marido lo quieren mandar a otro hospital porque no hay médicos. Eso es culpa del Gobierno porque no hay seguridad para nadie", dijo la señora Carmen Guedes, esposa del paciente José García quien sufre de una obstrucción intestinal.

La mayoría de los pacientes hospitalizados fueron referidos a otros centros asistenciales y por ello protestaron sus familiares a las puertas del área de hospitalización. El personal de Enfermería también se quejó y gritó contra miembros de los denominados "colectivos" que asumieron el control de algunas puertas. Estos a su vez amenazaban a las enfermeras con llevarles a los integrantes de "la Piedrita", un grupo irregular oficialista del 23 de Enero para obligarlos a laborar.

Hasta nuevo aviso
"Nosotros no regresamos hasta que no pongan a la Guardia Nacional de día y de noche. La inseguridad, el hampa, cerró el hospital de Lídice", dijo el doctor Jorge Tarazona.

El doctor Moisés Peña, médico intensivista, tuvo que quedarse porque le quedaban dos pacientes hospitalizados. "A este Gobierno no le interesa la seguridad de nadie", afirmó.

Olga Ramos, enfermera del hospital, señaló que los asaltos al personal son cada vez más constantes. "Tienen miles de policías para disolver las marchas y aquí no hay ninguno. Nos engañaron con esas mesas de seguridad y ahora estamos peor".

En horas de la tarde los integrantes de los consejos comunales e integrantes de "la Piedrita" asumieron la seguridad perimetral en el centro asistencial. Los vigilantes tienen instrucciones de no permitir el ingreso de ninguna persona. A los pacientes que llegan les informan que el hospital está cerrado hasta nuevo aviso.


Gustavo Rodríguez
EL UNIVERSAL






La libertad de expresión


El proceso que lleva de la libertad de pensamiento, en Grecia con Sócrates ­condenado a tomar la cicuta­, a la libertad de expresión está signado por sufrimientos, luchas y, por encima de todo, a la decisión de seres humanos de no dejarse quitar una nueva libertad. Adquirida a partir del desarrollo de la imprenta y la invención de los tipos móviles por Johannes Gutenberg, la prensa pasó a ser adorada y odiada con la misma intensidad, según quien la necesitara y quien sintiera que mediante ideas transmitidas por los impresos se podía transformar al individuo.

Esa lucha, que inician retóricos y sofistas en Grecia, se prolongará a lo largo de la historia de la imprenta, del libro, la prensa y el periodismo. Lo insólito, ver a un país, como el nuestro, que desde hace más de 200 años, cuando apareció nuestro primer periódico, La Gaceta de Caracas, ha luchado con fuerza y pasión por sus libertades y en concreto por la libertad de expresión, para encontrarnos finalizando la primera década del siglo XXI con la pretensión autoritaria de eliminar nuevamente a un canal de televisión, Globovisión. Esto ocurre, aparentemente, por haberle dado un "tubazo" al régimen que, adormilado, no estuvo a la altura de las expectativas del país después de un fuerte temblor el 5 de mayo pasado. Esta es una de esas situaciones que corresponden al subdesarrollo; donde se cree que, al no decir una cosa, es como si no existiera.

¿Hubo un temblor? Pues sí. ¿Se sintió? Efectivamente. ¿Queríamos y necesitábamos información ("dato reductor de incertidumbre")? Por supuesto.

¿A quién le correspondía dar esa información primero? Al Gobierno y a ese ente de nombre extraño. ¿Lo hicieron? No.

El director de Globovisión, dio el tubazo: duración, intensidad, daños y riesgos, y llamó a la calma. ¿Qué hace el Gobierno? En lugar de agradecerle por no dejar a la ciudadanía en la ignorancia, la duda, la incertidumbre y demás, enloquecido, decide abrirle un nuevo procedimiento a la televisora.

El innombrable, por su parte, ofrece quitarse el nombre si no desaparece al "loco con un cañón" y a la estación.

Conclusión: sigue siendo un riesgo usar la libertad de expresión, a pesar de los artículos 57 y 58 de la Constitución nacional. ¿Tendrán conciencia plena de lo que hacen? ¿Sabrán del costo que esto ocasionará?


Gloria Cuenca
Periodista/Prof. universitaria

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