En la "Estrella de la muerte" pensaban acabar con el odiado "Gobierno de facto"
Mientras Chávez dirigía un costoso plan en el que regalaba a su amantísimo tiranosaurio agónico la postrera posibilidad de sentirse el emperador Palpatine y él y el incestuoso Daniel Ortega los corajudos comandantes del avioncito de Pdvsa trastocado en la "Estrella de la muerte", nave colosal del tamaño de un planeta que serviría para "liberar" a la minúscula pero dignísima Honduras y devolverla al redil del castrochavismo, entronizando otra vez al mamarracho Zelaya, espécimen perfecto del chulo agalludo que quiere su franquicia de eternidad, Washington se dejaba de bobadas y pasaba la bola a Oscar Arias...Jugaban los malandrines a una video guerra -únicas que puede protagonizar nuestro Gran Comandante- desde un salón con aire acondicionado y costosas tecnologías que ahora se le regalan en artículo mortis al papachongo Castro, nuestro bocazas junto al carnicero de Birán, dirigía en su "Star wars" a la "Estrella de la muerte" que acabaría con el odiado "gobierno de facto" que cosa extrañísima apoya más del 80% de la población hondureña... Después de depositar en la pista de Toncontín al cowboy rojo rojito, vendría el segundo gran paso& ese que por indiscreción o baladronada se vio en aquella "pizarra histórica" donde un pobre esperpento sin control de esfínteres, un bocón incontinente y un pillo dispuesto siempre a servirles de office boy habían planificado la gastada argucia de agenciarse muertos necesarios. Esta patraña la describían en la pizarra "campo de batalla" del comandante Huguito, como 051345JUL09 enjambre de abejas africanas, tribuna presidencial, heridos por picadas y desesperación de las personas...
Pero ni se dieron las multitudes que en montaje de imágenes Telesur difundía como parte del gran plan del trío perfidia, ni se percataban que nuestro Han Solo y su protegido Chewbacca eran meros mamarrachos confesos... Para cobrarse la humillación, ordena al hijo ilustre de El Furrial, barrer con emisoras y televisoras enemigas y a la pérfida Luisa convertir en delito la libertad...
Eleonora Bruzual
El Universal
Fracasarás Hugo, fracasarás...
En reciente artículo de Heinz Dieterich, titulado "¿Quién gobernará a América Latina en el 2010?", el ideólogo del gobierno chavista pronosticaba que "el epicentro del conflicto por la hegemonía latinoamericana será Venezuela, con frentes secundarios en Centroamérica (El Salvador, Honduras, Nicaragua), y que la posibilidad de que el bolivarianismo venezolano se debilite seriamente, incluso con pérdidas en las elecciones del 2010", todo ello debido a "la creciente disfuncionalidad del modelo de gobierno 2003-8, que se encuentra estructuralmente agotado", pues "no ha dado pasos hacia una nueva civilización poscapitalista". Dieterich tiene razón pero por otros motivos: el centralismo matará a este gobierno.
Hoy la crisis de la democracia occidental aparece asociada, en primer lugar, a la "sobrecarga del Gobierno" y a la "crisis de legitimidad del Estado". El centralismo asfixiante revela claramente por qué fracasan los gobiernos: genera una crisis de participación política ciudadana.
La forma y el funcionamiento de las instituciones democráticas son en la actualidad disfuncionales para una regulación eficiente de las cuestiones económicas, sociales y políticas, si ellas están inspiradas en el centralismo político-administrativo. En consecuencia, no es absurdo prefigurar una sociedad desestatalizada, regida por un permanente y sostenido proceso de transferencia de competencias (descentralización) del gobierno central, hacia ámbitos federados, regionales o autonómicos de poder, en donde la democracia local pueda asumir de una forma equilibrada, legitimada y racional, el rol protagonista que hasta ahora se le ha negado.
Destaca el agotamiento de ciertas fórmulas tradicionales, frente a un electorado que se identifica más con un discurso pragmático que pregone eficacia y firmeza para resolver sus problemas inmediatos y cotidianos, frente a discursos ideológicos trasnochados, aburridos y repetitivos que encuentran rechazo unánime por parte de los grandes colectivos desilusionados.
El ciudadano quiere tener una mayor incidencia en las decisiones de las cosas que lo involucran, necesita saber que es protagonista del ahora y de su propia historia y porvenir. El juicio final para ciertos demócratas ficticios y revestidos de falsos ropajes democráticos está cerca. Una objeción de conciencia colectiva contra una cierta democracia anquilosada y centralista, se proyecta en una nueva mentalidad democrática que pugna por nacer para anunciar una sociedad gobernada por los ciudadanos. La era posmoderna pareciera ser también la era del posimperialismo, el poscomunismo y el poscapitalismo salvaje, pero también de la posdemocracia centralista, herencia totalitaria de un mundo occidental edificado sobre la subestimación y desprecio por la inteligencia y participación de los ciudadanos en la administración de sus propias utopías realizables: la plena libertad y una democracia descentralizada y eficiente.
La situación de la democracia en América Latina está asociada ineluctablemente a una crisis económica estructural de sus países, como consecuencia de un modelo tradicional Estatista-Populista, asociado con la ingobernabilidad y la corrupción, teniendo como consecuencia inevitable el despilfarro. Si bien el tránsito de una economía estatista, altamente centralizada, burocratizada e ineficiente, hacia una economía de mercado, puede provocar fuertes conflictos sociales -por lo demás justificables- no obstante pretender establecer como elemento determinista y mecánico la relación entre "liberalismo" y quiebra democrática en América Latina, no deja de ser una vuelta nostálgica a una argumentación impregnada de un neo-estatismo, totalmente triturado por la historia más reciente.
En consecuencia, creemos que la alternativa para América Latina, y en particular para Venezuela, debe sustentarse en una revisión estructural del paradigma democrático centralista, hacia una sociedad descentralizada, profundamente democrática y participativa; para alcanzar una economía capitalista de mercado y, finalmente, para garantizarle al ciudadano un Estado mínimo de bienestar. En caso contrario, fracasarás Hugo, fracasarás...
Juan Carlos Apitz
El Universal
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